Españoles en campos de concentración finlandeses (1941-1943)

Pablo Fernández-Miranda de Lucas

Artículo publicado en Nueva Tribuna. 28 de mayo, 2020.

La fotografía superior, de enero de 1943, en Helsinki, está incluida en una carta remitida desde España al Centro Español de Moscú, veintitrés años después del momento que recoge, por uno de los que en ella aparece: Ángel Herrero. Me la envió recientemente desde Rusia la presidenta de ese Centro: María Teresa Casero. Inmediatamente fui consciente del enorme valor testimonial de la imagen y de la carta.

El tema de los prisioneros españoles que combatieron en el ejército soviético en Finlandia, aliada de Alemania y que estuvieron en campos de concentración en Finlandia se ha tratado de forma opaca y tabú. Un mar de dudas e informaciones contradictorias cruzadas lo ha mantenido  en la oscuridad. Esta fotografía y otros documentos que han ido saliendo a la luz recientemente permiten arrojar luz.

Conferencia en el Centro Ruso de Madrid

La odisea de los españoles capturados por las fuerzas del Eje en la URSS. (Comienza en el minuto 3:28)

Ponente: Pablo Fernández Miranda. Escritor. Diplomado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid

FINLANDIA Y EL “BLANQUEAMIENTO” DE SUS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN

La primera opacidad es sobre la propia existencia de estos “campos” en Finlandia. Quizá la merecida, por terrible, fama de los de Mauthaussen, Auswicth o Dachau ha resaltado los ubicados en Austria, Polonia o Alemania, como el paradigma siniestro de estos internamientos.

 

Imagen procedente de la web de Sputnik

En Finlandia no fueron campos de “solución final” pero sí campos de concentración. Su existencia pareció difuminarse o “blanquearse”,  pero los documentos que van apareciendo con la desclasificación son impactantes. Datos como los revelados por investigadores suecos y fineses citados por Guillermo Tabernilla y Ander González en Combatientes Vascos en la Segunda Guerra Mundial, (Lars Westerlund, Antti Kujala, Juha Pohjonen, Oula Silvennoinen, Pekka Kauppala e Ida Suolahti). También los artículos de Sputnik de “16-04-20” y del “23-04-20”, firmados por Dmytry Kozlov y Novosti respectivamente, afirman que existieron al menos catorce campos de concentración, quizá el más importante, en cuanto a civiles, el de Petrozavodsk. En ellos hubo, según sea la fuente, entre 64.000 y 69.000 prisioneros del ejército ruso. En cuanto a población de la Karelia soviética, 83.000 civiles sin ningún otro criterio que el puramente étnico considerándolos afines a la URSS. De los prisioneros rusos combatientes murieron unos veinte mil, casi uno de cada tres, lo que da idea de las condiciones en las que estaban. Declaraciones desclasificadas, de los rusos, dan fe de ello. Pero mejor leerlo en palabras de los españoles que estuvieron allí:

Ángel Herrero, el autor de la carta: “De vez en cuando hacían sacas llevándose a un grupo, según decían ellos a trabajar en los bosques. Transcurrido cierto tiempo los volvían al campo a un estado de inanición y depauperación total, hechos unos desperdicios humanos que no valían ya ni para morirse. Cualquiera que los hubiese conocido antes de llevárselos no podría dar crédito al cambio sufrido. ¿Qué trato les habrían dado a esos hombres, algunos de ellos grandes y fuertes como castillos, para devolverlos en esas condiciones? No todos los que se llevaban volvían, mucho se quedaban en el camino para siempre”.

Celestino Fernández-Miranda en declaraciones a Inmaculada Colomina Limonero, en Dos patrias tres mil destinos: Estábamos “tan llenos de miseria, tan agotados, que en esos momentos nos dio igual que nos mataran o nos llevaran a un campo de concentración. …/… allí seríamos unos mil prisioneros. Era horrible, tan solo había un pozo –negro- para todos…

Florentino Pérez: “Los trabajos eran duros y hasta insoportables, no nos daban tregua, ni siquiera para tomar un poco de agua, y durante el trabajo no podías dirigirle la palabra a ningún compañero, ya que te arriesgabas a ser castigado a latigazos hasta dejarte débil y sin fuerzas. Yo, que no conocía bien las reglas del campo, quise levantar a un prisionero que no resistía aquella dura faena, y en el momento que lo hacía, sentí un latigazo en mi espalda como si la piel se me despedazara, las rodillas se me doblaron y caí de bruces…/…muchos de nuestros amigos de cautiverio habían dejado de existir, producto de los malos tratos y las penurias que se pasaban; éramos víctimas de los tratos más crueles, como si para ellos no fuésemos personas humanas, llevándonos todo esto a decir en nuestras conversaciones: que valía más morir en un campo de batalla que llegar a ser un prisionero de guerra”.

ALGUNOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN EN FINLANDIA SEGÚN PRISIONEROS ESPAÑOLES Y OTRAS FUENTES:

Placa del prisionero Ángel Herrero

  • Aunos −Olónet− Según varios, Ángel Herrero entre otros.
  • Aabo −Turku− Según ficha de prisionero de Celestino FM.
  • Isla de Hango. Según Florentino Pérez.
  • Isla de Soisalo. Según declaraciones de Celestino FM a Colomina Limonero.
  • Sotasairaala. Fuente: de Iban Gorriti. Blog Anasagasti.
  • Joensu. Según varios, Celestino FM entre otros.
  • Pieksamaki. –A 70 km. de Mikkeli− Quizá el citado como Mikkeli sea el mismo− Según Agustín de Foxá y ficha de prisionero de Celestino FM.
  • Jarjestelyleiri. −Nástola Según varios, entre ellos escritos de Agustín de Foxá.

Imagen: Placa del prisionero Ángel Herrero


¿QUÉ PINTABAN ALLÍ UNOS ESPAÑOLES?

Pero entre aquellos soviéticos ¿qué hacían unos jóvenes españoles? ¿Quiénes eran? ¿Por que acabaron allí?

Cuando los nazis invadieron la URSS en junio de 1941, en Leningrado, había una Casa de Jóvenes Españoles, donde vivían, estudiaban y trabajaban, unos doscientos chicos y chicas de este país que habían llegado cuatro años antes, siendo niños, evacuados de la guerra civil. Setenta y cuatro de ellos se alistaron en la 3ª División −Frunze−, que fue destinada al frente de Karelia por donde avanzaban los fineses, aliados de Alemania, desde el norte en dirección a la ciudad. En los duros combates del último semestre de 1941 murieron más de cuarenta de aquellos jóvenes. Muy pocos, solo siete, pudieron volver a territorio soviético. El resto fueron hechos prisioneros en diversos momentos entre Ládoga y Onega, en ocasiones estuvieron combatiendo ya de forma dispersa en los bosques y pantanos y fueron apresados en condiciones calamitosas.

Recientemente ha llegado a mis manos  la cartilla de prisionero de uno de ellos: José Larrarte Belaustegui, en la que consta que tenía un disparo en un hombro y riesgo de perder un pulmón, y congelaciones en ambos pies. Mérito el de este hombre que era futbolista y continuó jugando luego en España. Recientemente escribí un artículo en el que me refería a él cuando aún no conocía el dato de su estado físico.

 

Cartilla del prisionero José Larrarte. Imagen: Miguel Bas

Dependiendo cuándo y dónde apresaron a cada uno, pasaron por diferentes campos. La mayoría lo fue en las batallas entre Syandeva y Petrozavodsk y les llevaron a uno próximo al frente. Por declaraciones de varios, entre ellos Ángel Herrero, probablemente sería el de Aunos −Olónets− de allí les fueron llevando a otros más alejados del frente. Algún grupo estaba en el de Joensu. La embajada española fue teniendo conocimiento y visitó a varios. Por gestiones del diplomático Agustín de Foxá concentraron a quince en el de Nástola, donde también se desplazó y escribió un artículo en el diario Arriba el 26 de noviembre de 1941. Antes de eso ya había convencido al ministro español Serrano Suñer –cuñado de Franco−  para hacer un “experimento” llevando a uno de ellos a Helsinki para desde allí trasladarle a España. No hay que olvidar que la versión oficial del Régimen era que los rusos tenían secuestrados a los niños españoles evacuados y pretendían utilizarlo publicitariamente. Si la cosa funcionaba le seguiría el resto. Como “conejillo de indias”. Eligieron a Celestino que antes hubo de hacer todo un periplo carcelario por Finlandia: Aunus, Soisalo, Joensu y Mikkeli. Tras la gestión de permisos, salvoconductos, llegó a España el 7 de enero de 1942. Fue el primer retornado del que se tiene constancia.

El resultado que esperaban no debió producirse ya que no consiguieron sacarle declaraciones negativas de la URSS y del trato recibido, hasta el punto de que el Delegado Nacional del Servicio Exterior de Falange, Genaro Riestra, tras la entrevista que mantuvo con él y con otros prisioneros emitió un informe negativo y se suspendieron las repatriaciones. Solo tras otro año en los campos de concentración fueron traídos a España, cuando el panorama de la guerra no era el mismo y los finlandeses no tenían ningún interés en que permanecieran en su territorio. Llegaron a España en diciembre de 1943. En España estuvieron internados un tiempo en una casa de la Junta de Protección de menores, antes de ser entregados a sus familias. Cada quince días tenían que comparecer en comisaría y quedaron sujetos a vigilancia, no podían tener contacto entre ellos. Sus estudios de bachillerato, FP, etc., no fueron reconocidos.

En cuanto a la identidad de ellos ha habido múltiples y discrepantes confusiones, una de ellas, se produce porque su llegada se confunde con la de otro grupo de once chicas y chicos con su maestra, que llegó también desde Berlín un mes antes; sin embargo estos últimos no venían de los campos de concentración ni habían sido combatientes. Sí que eran españoles, niños de la guerra que, cuando estaban siendo evacuados hacia zonas más alejadas de la batalla, fueron apresados por los alemanes, enviados a la capital donde permanecieron varios meses custodiados por la delegación de Falange en Berlín. Les obligaron a entrar desde Hendaya desfilando con camisa azul, abanderados por un falangista y supervisados por mandos de la sección femenina. La noticia se fecha en diciembre de 1942.

En cuanto a la identidad de ellos ha habido múltiples y discrepantes confusiones, una de ellas, se produce porque su llegada se confunde con la de otro grupo de once chicas y chicos con su maestra, que llegó también desde Berlín un mes antes; sin embargo estos últimos no venían de los campos de concentración ni habían sido combatientes. Sí que eran españoles, niños de la guerra que, cuando estaban siendo evacuados hacia zonas más alejadas de la batalla, fueron apresados por los alemanes, enviados a la capital donde permanecieron varios meses custodiados por la delegación de Falange en Berlín. Les obligaron a entrar desde Hendaya desfilando con camisa azul, abanderados por un falangista y supervisados por mandos de la sección femenina. La noticia se fecha en diciembre de 1942.

Tras contrastar distintos documentos y fuentes: los datos de nombres que recoge Foxá, los excelentes libros Dos patrias, tres mil destinos, de Inmaculada Colomina Limonero y Combatientes Vascos en la Segunda Guerra Mundial de Guillermo Tabernilla y Ander González, los listados del historiador militar ruso Daev y los archivos de AGA, entre otros, se extraen varias conclusiones: la primera es que ninguna de esas fuentes es coincidente.

La segunda es que, tras el análisis, no hay duda de que la lista cierta es la de Ángel Herrero, como es lógico al haber sido protagonista, prisionero y con el mérito de haberlo conservado en la memoria y documentalmente tanto tiempo -la carta es de diciembre de 2005-.

La siguiente confusión viene porque cuando vuelve el grupo de los prisioneros, el diario ABC lo publica el 30 de enero con el titular: “Próxima llegada de 18 muchachos españoles que combatieron con el Ejército Rojo“. En la relación de los nombres aparecen solo diecisiete. Para aumentar el lío y probablemente provocando esa errata del periódico, el Ministerio de Asuntos Exteriores, había expedido un pasaporte colectivo para ellos con 19 nombres. De ese pasaporte había sido tachado a mano uno de los nombres: el de Manuel Recary Gardeta, que aparece tachado con letra precipitada y poco legible. Recary no viajó a España sino que le permitieron ir a Suecia por su cuenta, cosa excepcionalísima. Esto lo averiguó el investigador y amigo Luís Fernández Préstamo que llegó hablar con un descendiente de Recary.

Ya tenemos dieciocho. ¿Asunto resuelto? No, porque entre los nombres falta precisamente Ángel Herrero. El misterio proviene de que Antonio Ibáñez había fallecido en Finlandia, según los archivos finlandeses de enfermedad común y enterrado el primero de ellos al menos en una fosa común. Ángel Herrero, desde que fue hecho prisionero había seguido un recorrido distinto al de sus compañeros con quienes no tuvo contacto hasta el final. Fue el último en incorporarse al viaje de retorno por los pelos.

En cuanto a Antonio Ibáñez −que figura con el número nueve en el pasaporte− lo raro del caso es que había fallecido, según consta en los archivos finlandeses, el 29 de abril de 1942, de enteritis –esa fue la causa principal de fallecimientos de prisioneros en Finlandia: la falta de higiene, la mala alimentación y las infecciones estomacales−. Muy probablemente ese entierro es del que habla Curzio Malaparte en su libro Diario de un extranjero en París, refiriendo una escena de cierta tensión entre el resto de los prisioneros españoles y Foxá. Éste había llevado hasta allí a un sacerdote para hacer un entierro católico. Según Malaparte los compañeros se enfrentaron a él:

−“No lo permitiremos” – dijo uno de los prisioneros- Nuestro compañero era ateo como todos nosotros. Hay que respetar sus opiniones, no permitiremos que lo entierren según el rito católico, ¿estamos?
No, no estamos. Soy el embajador de España, cumpliré con mi deber. Si no lo entendéis me es indiferente.

Al final el oficial responsable del campo intervino a favor de respetar las creencias del que iba a ser enterrado.

¿Cómo pudo ser que casi ocho meses después figure su nombre en el pasaporte colectivo español? Cierto que hubo otro joven fallecido, Víctor Erice, a quien también cita Foxá entre los documentos, pero falleció en mayo del mismo año y el episodio narrado por Malaparte parece coincidir con el primero. En todo caso, tiempo suficiente para constatarlo.
En definitiva, los dieciocho nombres se quedaron en diecisiete y quien se incorporó a la expedición y sale en la foto es Ángel Herrero, necesariamente con pasaporte individual por falta de tiempo para otra cosa.

Relación de los primeros españoles prisioneros en Finlandia y repatriados

  • Fernández-Miranda Tuñón, Celestino (Lugo 21-09-1924). Repatriado en enero de 1942
  • “Los Dieciocho”. Repatriados febrero-1943
    • Díez Forte, Eduardo (Bilbao, 3/11/1923)
    • Echevarría Esteban (Bilbao, 10/10/1923)
    • García González, Luciano (Gijón, 6/12/1924)
    • Herrero Álvarez, Ángel (1924)
    • Justo Rodríguez, Francisco (San Sebastián, 20/02/1924)
    • Larrarte Beláustegui, José (23/11/1924)
    • Linares Boreira, Luciano (Bilbao, 1924)
    • Mediola Goitía, José María (Bilbao 15/08/1924)
    • Méndez Medina, Manuel (Bilbao, 22/09/1925)
    • Menéndez Meana, Melquiades (Asturias, 6/03/1925)
    • Palacín Navarro, Enrique (Bilbao, 15/07/1924)
    • Pérez Rodríguez, Florentino (S. de Langreo, 17/01/1924)
    • Quintín Cancio, José Manuel (Asturias, 2/05/1925)
    • Rodríguez Núñez, Leandro (Bilbao, 5/08/1923)
    • Suárez Suárez, José Luis (Oviedo, 7/11/1923)
    • Ubierna Barnuega, Joaquín (San Sebastián, 30/04/1923)
    • Vega Martínez, Luis (Gijón, 10/07/1923)
    • Vicario Sara, Rubén (Bilbao, 15/06/1923)

Aparte de estos dieciocho, −diecinueve contando a  Celestino, que llegó un año antes−, hubo otros prisioneros a los que se refieren algunos autores. Una cosa curiosa de la investigación es que cuando encuentras el hilo que lleva a la madeja, resulta que aparecen otros más para tirar de ellos. Queda para nuevas pesquisas el interrogante de cuándo y cómo llegaron a España:

  • En el mencionado libro de Colomina Limonero figura Julio Fernández-López.  
  • En la relación manuscrita que aparece al final de la carta remitida por el centro español de Moscú figuran, citando a Daev y M. Fernández, los siguientes: Andrés San Vicente Jiménez −que también es nombrado por Colomina Limonero−, Juan José Alarza Baena, Luis Vega, Enrique García Torres, Benigno González Muñoz, Manuel R. Gordete, José Jaúregui Zugazaga −no Zaragoza como aparece manuscrito erróneamente− En Fuentes de la emigración española en la URSS de Elpátievsky, traducida por Ángel Encinas, varios de los citados son coincidentes con la lista del historiador Daev.
  • Además de estos, en testimonio escrito de Celestino, otro prisionero repatriado fue Clodovaldo Pérez Rodríguez que, según refiere, murió en Oviedo por tifus, no mucho después del regreso.

Probablemente todos estos últimos fueron llegando a España por goteo y sin ruido publicitario puesto que la experiencia con los anteriores fue nefasta para el Régimen por la negativa de los repatriados hacer declaraciones contrarias que pagaron con creces su empeño.

El reconocimiento y homenaje de los prisioneros españoles en campos de concentración va siendo mayor y se van oficializando las listas de los que pasaron por cada uno de ellos: es de justicia. Sin embargo, hasta donde sé, ninguno de los de Finlandia figura en ninguna relación.

Es hora de que, aún de forma póstuma, reciban este reconocimiento por haber resistido y luchado  contribuyendo a que las fuerzas de El Eje no triunfasen y evitar que el mundo fuese peor que el que conocemos. Lo hicieron durante la Segunda Guerra Mundial pero, además, a los que sobrevivieron y fueron repatriados a España durante la dictadura, en símil de la frase de Marcelino Camacho: ni les domaron, ni les doblegaron, ni se dejaron domesticar.