Saratov

Casa de Kukkus

Casa de Kukkus, Saratov

  • Casa en la población de Kukkus (actualmente “Privolzhskoye”), en el distrito de Rovensky y óblast de Saratov, en la región conocida como de “Los alemanes del Volga”.
  • Director: Nikolai Panshin, el propio director de la Casa 1 “Pravda”
  • 389 niños/as, procedentes de la Casa 1 “Pravda”.
  • La evacuación, desde Moscú a Kukkus, tiene lugar el 26 de agosto de 1941.
  • Kukkus, a 59 km de Saratov, era una de las antiguos poblados de “Los alemanes del Volga”, colonos esdtablecidos en él desde el siglo XVIII y a los que se les destierra a Siberia y Kazajistán por miedo a su posible complicidad con los invasores nazis. Cuando llegan los niños españoles, parte de los antiguos colonos alemanes aún se encuentra en el poblado, un koljós o establecimiento agrícola colectivo durante la etapa soviética.
  • La evacuación de la Casa 1 a Kukkus es una de las mejor organizadas, dentro del lógico desconcierto tras la invasión nazi. Diversas fuentes y documentos permiten atribuir al esmero del director, Nikolai Panshin, la moderación de los efectos de la guerra sobre el colectivo.

Abajo: curso del río Volga, que entre Moscú y Kukkus (poco después de Saratov, recorrieron en el barco Mijail Kalinin los niños de la Casa 1.

Antiguas escuelas públicas de Kukkus (actualmente “Privolzhskoye”)

N. Panshin, director de la Casa 1, en medio del grupo en "Pravda"

Nicolai Panshin, el director de la Casa 1, evacuada a Kukkus, en medio de un grupo de niños en Pravda.

Centros educativos en Kukkus

Por la izquierda: Internado y Centro de Secundaria en Kukkus. De acuerdo con algunos testimonios y fuentes, en su contexto tuvo lugar el alojamiento de los niños españoles durante su estancia en Kukkus.

La escuela secundaria existe en el pueblo desde 1936. Su edificio en el pasado albergaba un orfanato para niños españoles y un hospital que recibió heridos de Stalingrado” Fuente: Gran Enciclopedia de Saratov (en ruso)

Por la izquierda, Alicia Herráiz, Carmen Solero, Leonor Estévez, maestras de la Casa 1.

Por la izquierda, Alicia Herráiz, Carmen Solero, Leonor Estévez, maestras de la Casa 1. En el texto (más abajo) sobre la evacuación de la Casa 1, de Anna Fernández, se recogen varios testimonios de Leonor Estévez, así como de la niña Virtudes Compañ, retratada con sus amigas en la imagen anexa.

Sobre Leonor Estévez Varela, activa militante, artículo en Cordobapedia, y también memorias publicadas en 1993 bajo el título La vida es lucha, Editorial A-Z (ver portada).

Virtudes Compañ, con sus amigas Dolores y María

Virtudes M. Compañ, con sus amigas Dolores y María. Imagen: J. G. Cuesta.

“En Kukkus encontraron una aldea abandonada. Aquel invierno fue durísimo y la poca leña que había estaba mojada, por lo que no podían encenderla porque se llenaba de humo el cuartel. Así, para darse calor dormían de dos en dos. Además, la comida era regular pero escasa: 50 gramos de pan, gachas y vaso de té para desayunar; 50 gramos de pan, una sopa de verduras y un plato de papillas como comida; y 50 gramos de pan, una remolacha cocida y un te para cenar.” (Fuente: La ‘niña de la guerra’ que sobrevivió al siglo XX en los brazos de Rusia, de Javier G. Cuesta, en Diario Público, Moscú, 04/08/2019.

Vapor Mijail Kalinin, en el que fue evacuada a Kukkus la Casa 1

Vapor Mijail Kalinin, en el que fue evacuada a Kukkus la Casa 1.

El vapor fue botado en 1912 y bautizado “Bayán” (Баян). En él trabajó de fogonero, en 1919, el legendario aviador soviético Valeri Chkálov, el primero en cruzar el Polo Norte. El Mijail Kalinin fue dado de baja en 1980. Entonces solo quedaban dos buques en el Volga con botadura anterior a 1917. Hubo una primera propuesta de convertirlo albergue, y toda una campaña para convertirlo en buque-museo, que no llegaron a materializarse.

La historia de una evacuación: La Casa 1 en Kukkus, de Anna Fernández

Resumen: El artículo se apoya en documentos y memorias desconocidas hasta ahora. Se refiere a la evacuación del orfanato número 1 para niños españoles hacia el pueblo de Kukkus (ahora el pueblo  de Privolgskoe, del distrito de Rovensky, región de Saratov). La autora analiza el trabajo de la administración del orfanato. El artículo expone las dificultades que los niños y el personal afrontó en este nuevo lugar durante la guerra (periodo de evacuación). El artículo se centra principalmente en los problemas con los que se encontraron y lo que se pudo hacer para mejorar las condiciones de vida de los niños.

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Para los niños españoles que llegaron en 1937 desde España durante la Guerra Civil, la oportunidad de disfrutar de un tiempo de vida pacífica en la URSS fue demasiado efímero. Después de todo, en sus memorias aún estaban los bombardeos en sus ciudades de origen. En la mayoría de los países que han albergado refugiados españoles menores, los niños fueron distribuidos principalmente por familias, sin embargo, en la Unión Soviética en 1937-1939 se fundaron orfanatos especiales en los que vivieron y estudiaron; la enseñanza se llevó a cabo en su propio idioma. Uno de los orfanatos para los españoles, del que se habla en este artículo, está ubicado en las instalaciones de la Casa de Descanso de Ingenieros de la industria ligera en las cercanías de Moscú lugar llamado “Pravda”. En el verano de 1941, los niños del orfanato debían haber ido al campamento de pioneros en las orillas del Golfo de Finlandia, y los más distinguidos esperaban un viaje a Artek, sin embargo, los planes para unas vacaciones de verano sin preocupaciones fueron cancelados por la Gran Guerra Patria.

Para comprender las dificultades y problemas que tuvo que enfrentar el orfanato durante la evacuación, es necesario hacer referencia a fuentes históricas y materiales de archivo. Los documentos que arrojan luz sobre este tema se encuentran en el fondo A-307 GARF. Se trata de informes y correspondencia de la administración del orfanato con la Comisariado Popular de Educación y las autoridades de los lugares. Tienen gran valor significativo para los investigadores las fuentes de origen personal, en particular, las memorias de exalumnos y maestros de los orfanatos.

La interna del orfanato nº 1, Virtudes Compain Martínez, recuerda que el 22 de junio 1941, cuando Vyacheslav Molotov, el Comisario del Pueblo de Relaciones Exteriores Asuntos de la URSS se dirigió oficialmente al pueblo ruso, el orfanato se estaba preparando para las inminentes vacaciones. Las noticias del traicionero ataque de la Alemania nazi fue una completa sorpresa para todos. “Hubo un silencio sepulcral durante varios segundos. Inmediatamente se iniciaron las lágrimas, lamentos, discusiones, la confusión, nos cubrió con una tormenta de emociones…La evacuación de niños y personal del orfanato No. 1 para muchos comenzó inesperadamente” (1). Así lo recordó la profesora de español Leonor Estévez: “Una vez que el director reunió a los maestros y educadores, explicó que había recibido la orden del Comisariado del Pueblo para la Educación (el Ministerio de Educación soviético) para evacuar urgentemente a la región del Volga. Los preparativos comenzaron de inmediato”(2).

El director Nikolai Panshin comenzó los preparativos, aunque fue criticado por llevar demasiadas cosas. Sin embargo, el tiempo demostró que tenía razón para hacerlo. “Tomamos todos los productos que pudimos: pastas, cereales, conservas, lentejas, harinas, aceite vegetal, etc. Esto sirvió de alimento durante todo el viaje, que hicimos en el barco … El director encargó a un pequeño taller de costura coser mochilas para cada niño, donde se pusieron un par de mudas de ropa de cama, una toalla, jabón, pasta de dientes y envase personal. Los empleados y los chicos mayores empacaron libros, y material escolar … ” (3)

Al inicio de la evacuación en el orfanato nº 1 había 389 alumnos. Y el orfanato en sí era un enorme aparato administrativo y económico. Incluía una plantilla significativa de personal de servicio: profesores, educadores, médicos, enfermeras, señoras de la limpieza, lavanderas, fogoneros, modistas y tejedores. Para la evacuación se decidió enviar a los niños en barco. La salida de la capital tuvo lugar el 26 de agosto de 1941 (4).

Los alumnos abordaron el barco en un pequeño puerto en el canal Moscú-Volga no muy lejos del pueblo de Tishkovo. Varios orfanatos más, de niños españoles, fueron evacuados en el mismo barco de motor de nombre “Kalinin”. Como señalan los investigadores, la región de Saratov, especialmente en el primer año de guerra, se consideró retaguardia profunda. Aparentemente esto explica la decisión de la dirección soviética de enviar 4 orfanatos españoles a la región, con más de 1.300 niños (5).

Así lo recuerda Virtudes Martínez: “Cuando llegó nuestro turno, subimos a la cubierta superior del barco a motor “Kalinin”. Entre dos nos envolvimos en mantas que trajimos con nosotros, uno extendiéndose debajo de ti y otro encima. Estábamos muy cansados y la perspectiva de pasar la noche al aire libre no me importaba” (6).

El viaje no fue fácil. Después de todo, el barco estaba abarrotado de gente y no había suficientes camarotes para todos. Otro joven pasajero del barco, Virgilio de los Llanos Mas, recordó toda su vida este viaje por el Volga. “Nosotros, los mayores, dormíamos en cubierta muy abrigados, porque las noches de finales de septiembre eran ya frías. El barco a motor, de dos pisos, navegó hacia el sur a lo largo del Volga, pero el lugar de destino era desconocido para nosotros … Las aguas del canal estaban tranquilas, y las orillas del Volga pintorescas” (7).

A pesar de la belleza de los bosques otoñales rusos, los viajeros no podían disfrutar de la belleza de la naturaleza en un entorno tranquilo. Porque en alguna parte junto a este majestuoso paisaje, corría la sangre y la gente fallecía. Sí, y la suerte del barco que transportaba niños españoles, pendía de un hilo.

Así lo recuerda Virtudes Martínez: “No recuerdo cuánto duró nuestro viaje por el Volga. Sin embargo, recuerdo que una noche todos nos despertamos por el terrible ruido de las bombas que estallaban junto a nuestra nave. Despiertos y desde la cubierta, observábamos el curso del vuelo del avión que nos bombardeó. Por suerte, ni una sola bomba nos alcanzó. ¿Suerte o coincidencia? No lo sé, pero otra noche en estas mismas condiciones no la hubiéramos podido soportar. Nuestro director Panshin, años más tarde, en una reunión con él, recordó que al día siguiente de esa noche le aparecieron canas por primera vez” (8)

Finalmente, los alumnos y personal del orfanato nº 1 llegaron a la República Autónoma de los Alemanes de la región del Volga. El propósito de este artículo no es el de proporcionar una consideración detallada sobre la liquidación de la república. Se limita a recordar que, como resultado del lamentablemente famoso Decreto del Presídium del Soviet Supremo de la URSS del 28 de agosto 1941 “Sobre el reasentamiento de los alemanes que viven en áreas de la región del Volga “, más de 365 mil residentes del lugar fueron deportados a tierras lejanas Kazajstán y Siberia (9).

Según Leonor Estévez, muchos emigrantes políticos españoles – profesores y educadores de las casas de niños – tenían poca simpatía por los alemanes debido a su intervención en el transcurso de la Guerra Civil española y el ataque a la URSS. Pero la forma en que fueron deportados los habitantes originales de esa región, planteó muchas preguntas. En sus recuerdos, ella escribe que el director Nikolai Panshin explicó a los educadores españoles que los alemanes eran espías, recibían instrucciones por radio para ayudar a los hitlerianos. “Se reveló toda una red de espionaje. También nos advirtió que el agua de los pozos y las frutas de los árboles estaban envenenadas y que hiciéramos el mayor esfuerzo para que los niños no bebieron esa agua y no comieran la fruta” (10).

Inicialmente, el orfanato se colocó en las instalaciones de la antigua Escuela de cosechadoras y la filial de la escuela secundaria. “Los niños y el personal fueron alojados libremente, cada alumno tenía una litera y asiento, había habitaciones para clases grupales, salas de lectura – biblioteca, trabajo de club, un gimnasio, una cocina-comedor separada, una habitación de hospital de aislamiento, cuartos de servicio (establo, pocilga, almacenes, bodega, galpones). Tomamos algunas propiedades de la escuela de cosechadoras para el internado: camas, mesas, sillas, guardarropas, 7 caballos con transporte” (11)

El mismo pueblo de Kukkus, abandonado por sus anteriores habitantes, ofrecía una impresión deprimente. “Nos sorprendió no encontrar personas ni incluso perros. Algunos estaban en el muelle esperando el regreso de sus amos. Así como las calles, las casas también estaban completamente vacías; las puertas estaban cerradas, pero no con llave, como invitando a todos a entrar; en el interior, todo brillaba con limpieza y asombraba con un orden impecable. Teníamos la impresión de que los dueños volverían en cualquier momento” (12).
Los alemanes del Volga eran gente trabajadora y ordenada, muchas de las granjas colectivas de la república autónoma podían consideradas avanzadas. El nivel de vida era bastante alto. “… los contenedores estaban llenos de trigo, había enormes y jugosas sandías, y los áticos estaban llenos de sacos de semillas, frijoles y guisantes de parcelas personales ” (13).

Esperando el regreso de los propietarios mugían lastimeramente en los establos las vacas, que requerían el ordeño diario. Sin embargo, en el distrito no había un alma para hacerlo excepto los niños y el personal de mantenimiento del orfanato nº 1. “Nosotros éramos adolescentes de 13 y 15 años, que nunca habíamos tenido la oportunidad de aprender este noble trabajo; yo ni siquiera podía acercarme a las vacas, porque les tenía miedo. Sin embargo, la piedad y el deseo de ayudar que sentíamos hacia los pobres animales nos dio el valor para intentar ordeñar a las vacas. Una de las maestras, que había vivido en un pueblo cuando era niña, nos aseguró que las vacas no solo no se resistirían, sino que, por el contrario, se regocijarían con nuestra ayuda. Ella nos enseñó cómo se hacía. Tres dedos: pulgar, índice y medio, tomar con cuidado la ubre, apretarla lentamente para no asustar al animal, y empezar a ordeñar con movimientos rítmicos. El primero intento, al principio torpe, dio su resultado: la leche fluía como un río … ¡Hurra! Ahora podríamos beber mucha leche” (14).

El ordeño de las vacas dejó una vívida impresión. Aunque con dificultad, los niños españoles lograron aprender tan inusual actividad. “Afortunadamente, los “instructores” que recordaban su infancia rural fueron apareciendo de inmediato. Los vascos y los asturianos ordeñaron perfectamente las vacas, para mí era difícil – habitante de la ciudad – nunca había visto de cerca una vaca. Sin embargo, una chica asturiana (que, además, me gustó mucho) me enseñó el arte del ordeño. No había en el pueblo otros consumidores del valioso producto que nosotros, y organizábamos concursos: ¿a ver quién bebía más leche de una sola vez? ” (15).

Aunque a los niños se les prohibió beber agua de los pozos, debido a que podrían estar envenenados, la orden fue rápidamente violada. Como recuerda Leonor Estévez, “los mayores le dieron a beber agua a los gatos, pájaros y cabras, y al ver que estaban bien y que no les pasaba nada, dieron agua a los más jóvenes. El agua resultó ser limpia y agradable al paladar. Los niños comenzaron a caminar por los alrededores en busca de zanahorias, tomates y sandías” (16).

Virtudes Martínez recuerda una de esas salidas arriesgadas: “Una noche oscura y húmeda, cuando todos dormían, y los profesores se retiraron a sus habitaciones, otras muchachas voluntarias y yo cogimos unas fundas de almohada y salimos en secreto de nuestra casa. Casi al tacto encontramos un campo sembrado de zanahorias. Las verduras eran lo suficientemente grandes y estaban destinadas a alimentar al ganado, por lo que eran fáciles de detectar entre el barro viscoso que las cubría. Era difícil caminar por el campo, ya que las piernas, de vez en cuando, se metían en una zona fangosa. Regresamos tarde al orfanato, cansadas, sucias, pero felices, con las fundas de almohada llenas de dulces zanahorias. Las 25 chicas de nuestra habitación estaban esperando nuestro regreso con gran ansiedad. Tan pronto como repartimos las zanahorias entre todas, reinó el silencio, y sentadas en sus camas, todas empezaron a masticar con placer el “manjar” (17).
Para las sesiones educativas, el orfanato asignó 6 aulas en la escuela secundaria de Kukkus, donde al principio discurrieron con bastante normalidad clases en 2 turnos. Sin embargo, a principios de noviembre, las instalaciones de la escuela tuvieron que ser desalojadas, pues una gran cantidad de personas comenzó a llegar al distrito de Kukkus, población evacuada en su mayor parte; y no habiendo ningún otro lugar para ubicarlas, el edificio de la escuela se usó como un espacio de apoyo. Las jornadas formativas se trasladaron al edificio de la antigua Escuela de cosechadoras, donde vivían los niños y el personal. Comenzó a faltar lugar para las clases, y por otra parte, todos los orfanatos españoles empezaron a sufrir también falta de combustible. Como resultado, en las habitaciones y dormitorios donde se alojaban los niños, las temperaturas descendián preocupantemente (18).

“La habitación en la que vivían y trabajaban niños, tenía un sistema de calefacción central completamente destruido. A pesar de todos los esfuerzos, restaurar el sistema de calefacción fracasó, y el edificio tuvo que ser clausurado, hubo que transferir a los niños a pequeñas casas separadas con una estufa por calefacción, que, dicho sea de paso, también eran defectuosas. Las casas resultaron estar en ruinas, inadecuadas para las condiciones del duro invierno local, y a pesar de que las estufas se calentaron intensamente, la temperatura en las instalaciones rara vez subió por encima +3. Las clases se organizaron en los dormitorios”: 19

El invierno de 1941-1942 resultó especialmente duro. Conseguimos muy poca leña, además la madera era de mala calidad y se quemaba mal debido a la humedad, había mucho humo y poco calor. Como resultado de la mala calefacción, en el edificio hacía un frio inimaginable. El agua para beber, que estaba en un balde, se congelaba durante la noche. Nos libramos del completo congelamiento y de convertirnos en cubitos de hielo por el hecho de dormir de dos en dos en las camas” (20).

Según los recuerdos de la educadora Leonor Estévez, “las ventanas dentro de las habitaciones estaban congeladas, el hielo que se formaba sobre ellas era del grosor de un dedo ” (21).

El problema de la falta de leña era agudo. Era extraída de diferentes formas. Así lo recordó Virgilio de los Llanos Mas: “Nosotros, ‘los siete mayores’, fuimos movilizados para la obtención de leña. Se requería cruzar a la margen derecha del río, donde se encontraba un frondoso y rico bosque, para conseguir la leña asignada al orfanato para calentar y cocinar. Cada día, en un frío terrible aún oscuro, aprovechábamos para amarrar parejas de bueyes a un trineo y subir la empinada orilla derecha del Volga. En el bosque, con la nieve hasta las rodillas, teníamos que talar árboles enormes, despejarlos de ramas y serrar los troncos con grandes sierras de dos manos; las piezas medían de 3 a 4 metros” (22).

Por supuesto, no se dedicaron a la preparación de leña solo adolescentes de 10 a 12 años, sino también personas adultas, incluidas varias mujeres. Leonor Estévez, en sus memorias, escribe con franqueza cómo lograban obtener en algunas ocasiones el material tan valioso para calentar el edificio de ladrillos fríos de la casa de los niños: “Por la noche salían en grupos y dejaban las casas del pueblo sin setos” (23).

Hasta diciembre de 1941, la comida para los niños españoles en los orfanatos fue suficiente porque además de los productos dispensados según las normas, hubo suministros adicionales aportados por nosotros mismos. Además, los niños contaron con una peculiar “herencia” de los residentes anteriores, recién deportados. Pero la comida que sobró de los alemanes pronto se acabó. Desde diciembre, las comidas principalmente se atuvieron a los dispuesto en las pautas generales para orfanatos. Sin embargo, bajo las instrucciones del Comité Regional del PCUS (b) se tomaron medidas para fortalecer la nutrición en los orfanatos para niños españoles” (24). Pero a pesar de lo establecido por el comité ejecutivo regional, no se cumplió con las normas de nutrición infantil, y los productos no llegaban al orfanato en su totalidad. La comida escaseaba. Virtudes Martínez memorizó el menú. “Por la mañana tengo 50 gramos de pan, un plato de avena y un vaso de té con dos terrones de azúcar; para el almuerzo – sopa de verdura y un plato de avena, agua dulce imitando compota y 50 gramos de pan; para cenar nuestra ración consistía en 50 gramos de pan, remolacha y un vaso de te” (25).

Leonor Estévez recordó que, en alguna ocasión, llegó a dárseles a los niños agua hirviendo para la cena con media remolacha y cien gramos de pan negro. “Nosotros, los profesores, ni siquiera teníamos eso. Algunos los niños nos traían en secreto trozos de pan en los bolsillos, pero no podíamos aceptar este regalo … para satisfacer el hambre constante, los niños llegaron a comer todo tipo de yemas, brotes, corteza de árbol. Muchos sufrieron indigestiones y problemas de estómago como resultado” (26).

Pero en ocasiones, incluso los adultos estaban dispuestos a correr riesgos para su salud, aunque solo fuera comer y vomitar. “Una vez encontramos un pollo congelado en la calle, tenía tan débil apariencia que despertó sospechas de tuberculosis. Lo cocinamos y lo dividimos en seis partes. Al final, después de todo, el frío y el hambre eran inimaginables” (27).

No solo el frío trajo sufrimiento, también el hambre y la enfermedad. Algunos niños españoles adolescentes fueron en víctimas de parásitos – piojos del cuerpo (pediculosis). “Concha Bella, que era una chica muy ordenada, fuera de lo común, tuvo mala suerte: tenía toda su ropa llena de piojos A pesar de que ella se lavaba constantemente y hervía su ropa de cama, no pudo conseguir deshacerse de los parásitos. Ella sufrió mucho por esto … ” (28)

A pesar de las duras condiciones del diario vivir, los niños necesitaban aprender. Los maestros del orfanato, en su mayoría, eran españoles. Por los documentos de archivo sabemos que la materia de Lengua Española era impartida por Agusto Vidal, Geografía por Jesús Saiz Verbera, Física y Química por José Ratilcheka. Los maestros de la escuela primaria fueron Angelina Fernández Zapico, Natalia Suarez, Elisa Arribas Saiz (29). De 20 profesores 13 eran españoles, y de 21 educadores, 5 (30).

Los españoles enseñaban casi todas las materias excepto el ruso y la literatura e historia rusas, que fue enseñada por profesores nativos. Muchos años después, exalumnos del orfanato recordaban a sus maestros con gratitud. “En 1939, después del fin de la guerra civil española, combatientes del Frente Popular emigraron a la URSS. Entre ellos había muchos intelectuales, gente honesta y educada. Como no conocían el idioma, en Rusia sólo podían trabajar como maestros en orfanatos para niños españoles. Gracias a ellos, nuestros chicos fueron capaces no sólo de no olvidar el idioma español, sino de dominarlo a un nivel considerablemente alto. Además de las asignaturas incluidas en el currículo escolar, nos enseñaron las costumbres y tradiciones del pueblo español. En el invierno de 1942-1943, cuando por la cercanía del frente de Stalingrado nos suspendieron la luz y nos vimos obligados a interrumpir las clases, nuestros profesores acudían a las aulas al anochecer y, en penumbra, nos contaban romances, historias y novelas de la literatura española; y también nos presentaron importantes obras de la literatura universal. Exactamente fue en ese momento en el que escuché por primera vez el nombre de Shakespeare” (31).

El profesor de matemáticas Julio Gabriel Arron dejó un grato recuerdo. “Fue una persona muy inteligente y agradable. Recuerdo sus conferencias durante los sombríos días de invierno en aulas sin luz, en las que impartía las clases abundantemente salpicadas de anécdotas de la vida de un manicomio. Explicaba las matemáticas tan inteligible y comprensiblemente que, por ejemplo, yo nunca he vuelto a consultar un cuaderno. Se bastante bien las matemáticas, aunque es cierto que en español” (32).

Años después y con cariño, los antiguos alumnos del orfanato, también recordaban a los profesores rusos. “Recuerdo a una profesora de literatura envuelta en un pañuelo mullido. Esta mujer dulce y rubia nos enseñó la obra de León Tolstoi. En nuestras mentes la Guerra Patria de 1812 entró en el invierno de la Gran Guerra Patria. El Platón ruso Karataev ¡se parecía tanto a los partisanos españoles! Pertenecíamos a las dos naciones que derrotaron a Napoleón y nos sentíamos igual que ellos, participantes en la Historia” (33).

Virgilio de los Llanos Mas confiesa que no recuerda “un período de su vida más difícil e interminable que el de los días y noches del invierno de 1941-1942; y el director Nikolai Panshin calificó la evacuación a la antigua república de los alemanes del Volga como “gran error” (34). Sobre los hombros del director recayó la principal responsabilidad y carga del buen mantenimiento del orfanato. Después de todo, todo lo necesario tenía que ser resuelto por los propios evacuados. La jornada laboral del director no solo discurría en su oficina, sentado en la silla, sino también a caballo: “Panshin, a pesar de las noches de insomnio, ya a las seis y media de la mañana empezaba a trabajar. Daba vueltas a las fincas colectivas vecinas, pidiendo comida y ropa para niños. Amaba a los niños, amaba el trabajo, pero tenía un carácter explosivo: gritaba y se enojaba con adultos y jóvenes. Los niños lo adoraban… Muchas noches veíamos cómo ardía en su oficina la luz de una lámpara de queroseno hasta las tres de la mañana, y después de todo eso salía a hacer su recorrido, a inspeccionar el lugar … ” (35).

El duro invierno finalmente cedió lugar a la primavera, y junto con la llegada del calor, aunque no en gran cantidad, las condiciones de vida en el orfanato fueron mejorando. Los esfuerzos del director Nikolay Panshin no resultaron en vano: en el colectivo del orfanato aparecieron seis vacas. “La leche que teníamos a nuestra disposición se distribuía entre los más débiles y enfermos, y el resto se usaba para agregar a un sustituto de café y para las papillas cocidas en leche. La cantidad de pan aumentó a 250 gramos por día” (36).

Alguna evidencia sobre los logros del director se ha conservado en el archivo. Así, uno de los certificados enviados a ZAGO SENO dice: “El comité organizador del distrito de Saratov, Comité Ejecutivo Regional del distrito de Kukkus, solicita entregar 500 kg de heno al orfanato nº 1 de niños españoles a expensas de futuros equipamientos para la zona. Diputado Presidente del Comité Organizador (Blanchenko) ” (37).

Según las memorias de Virtudes Martínez, Panshin logró obtener un pedazo de tierra donde alumnos y profesores plantaron pepinos, tomates y otras verduras. En otra parcela se cultivaron zanahorias. Todo el verano en estos lotes de tierra, trabajaron los escolares (38).

Esto está confirmado por el memorando del director del orfanato No. 1, N. Panshin, dirigido al Comisariado del Pueblo para la Educación, el 8 de agosto de 1942, en el que describe como la vida de los niños se basa principalmente en el trabajo: “Los Grados 3 y 4, junto con trabajadores del orfanato, trabajan desde casa en sus parcelas subsidiarias (en deshierbe, abonado, cosecha de grano); los más pequeños van a recolectar espiguillas y hierbas medicinales. Así la ocupación principal en la vida de los niños es el trabajo … ” (39)

Los estudiantes de secundaria también trabajaron por invitación de las granjas colectivas, donde recibieron un duro entrenamiento laboral, en brigadas de cosechadoras. Llegado de nuevo el invierno, estudiaron teoría y práctica de la conducción de tractores agrícolas de ruedas marca JTZ (Tractor Jarkov de la fábrica de esta ciudad) y cosechadoras de cereales “Stalinets-1”. Entre los que lograron obtener una licencia de conducir de tractor y cosechador, estuvo Virgilio de los Llanos Mas: “La siembra y la posterior cosecha no fueron fáciles; nosotros, los novatos, carecíamos de conocimientos y habilidades prácticas. El primer “equipo” fue dirigido por Gabriel Arron; y Augusto Vidal trabajó al frente del segundo – ambos naturales de Cataluña, intelectuales y excelentes maestros- … El cuerpo de nuestras cosechadoras estaba decorado con una nube de estrellas. Como luego dijeron, en los contenedores de la Patria cada estrella significaba que se aportaban 40 toneladas de grano” (40).

Nikolai Panshin informó sobre los logros de sus pupilos en el informe al director del Comisariado del Pueblo para la Educación: “Una de las brigadas se alzó con el primer puesto en la zona, recibiendo un elogio y un premio (cosechador-maestro español Camarada Arron Gabriel); dos brigadas de alumnos mayores del 7º Grado trabajan en doiversos trabajos de campo (atado de gavillas, almacenaje, trilla y molienda) … ” (41).

Todos los equipos del orfanato estaban orgullosos de los éxitos de sus compañeros en las granjas colectivas de la comarca: “Nuestros chicos se desenvolvían bien y fueron distinguidos como ganadores en los concursos de la comunidad. Para ser justos, hay que decir que tuvieron que competir con otros adolescentes, compañeros rusos, de 14-16 años” (42).

La situación en el frente de Stalingrado seguía siendo difícil. “Se nos ordenó organizar la seguridad del edificio durante la noche. No imagino cómo podía ser cumplida esta absurda orden, porque no teníamos armas, a no ser barras de hierro; además no sabíamos alemán y hablábamos mal en ruso … Vimos aviones volando, a veces vimos descender paracaidistas. ¿Pero quiénes eran? ¿rusos? ¿enemigos? No lo sabíamos. La situación no era fácil. Estábamos incómodos, y he de admitir honestamente que experimenté miedo” (43).

Parecería que las duras condiciones de vida deberían haber contribuido a una alta mortalidad entre niños debilitados por el frío y el hambre. Pero las enfermedades infecciosas graves se gestionaron bien y se pudo evitar la mortalidad, como se desprende del informe del director Nikolai Panshin: “… rodeado de tifoidea, infecciones, escarlatina, sarampión, tos ferina, ninguno nuestros niños tenían estas enfermedades, excepto 4 casos de disentería en el primer mes de estancia de los niños y ciertos casos de tuberculosis” (44).

Virtudes Compañ Martínez menciona seis muertes en el orfanato durante la evacuación. Según los documentos conservados por GARF, en 1944 se registraron 7 muertes desde el comienzo de la guerra. Y no todas sucedieron debido al hambre y las enfermedades. Por ejemplo, Lucia Fuente Jerez del cuarto grado se ahogó (45).

La derrota de las tropas nazis en Stalingrado, el 2 de febrero de 1943, si no mejoró la posición del colectivo del orfanato, por lo menos, dio esperanzas sobre la victoria. Los alemanes se retiraban y la guerra abandonaba estos lugares. Los adolescentes españoles fueron enviados a estudiar y trabajar a Saratov. En esos años, en Saratov hubo tres escuelas técnicas a las que fueron a estudiar los graduados de los orfanatos españoles: Medicina, FZO Nº 12 con una especialidad de Químicas, y Formación Profesional en la Escuela de la fábrica “Segador”. Cuando el orfanato, en el verano de 1944, fue evacuado de regreso a Moscú, muchos de los exalumnos pudieron hacerlo también gracias al esfuerzo de Nikolai Panshin, reclamándolos desde la capital.

Viendo documentos y escuchando testimonios, se percibe que la situación del Orfanato Nº 1 de niños españoles, durante la guerra, fue complicada y un verdadero desafío. Sufrieron problemas con la calefacción, el alojamiento, la alimentación y el proceso educativo. Pero al mismo tiempo el orfanato no quedó a merced del destino: se tomaron medidas para mejorar la situación de los niños; en particular, se asignaron terrenos para la organización de parcelas subsidiarias. La organización del suministro y del proceso educativo alcanzó un notable nivel gracias a la dedicación y esfuerzo tanto del director como de todo el personal docente. Muchos alumnos, pasado el tiempo, recordaban con cariño los años vividos en la tierra de Saratov, que se convirtió para ellos en una verdadera escuela de vida.

Anna Fernández

Traducción al castellano: Maribel Barros.

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Notas (en ruso) del artículo sobre la evacuación de la Casa 1.

1 Martínez V. C. La Española rusa. M., 2011. P. 32 (Здесь и далее цитаты испанских авторов даны в авторском переводе).
2 Estevez L. La vida es lucha. Madrid, 1993. P. 263
3 Estevez L. La vida es lucha. Madrid, 1993. P. 263.
4 ГАРФ. А–307. Оп. 1. Д. 26. Л. 34.
5 Аврус А. И. Испанские детские дома в Саратовской об-
ласти в годы Великой Отечественной войны // Великая Отечественная война в контексте российской истории : сб. науч. тр. / под ред. Ю. Г. Голуба, В. Н. Данилова. Саратов, 2000. С. 105.
6 Martnez V. C. Op. cit. P. 37.
7 Де лос Льянос Мас В. Ты помнишь, tovarish…? Из
архива одного из детей, вывезенных в СССР во время
гражданской войны в Испании. М., 2008. С. 46.
8 Martnez V. C. Op. cit.
9 Герман А. А. Немецкая автономия на Волге : в 2 ч. Ч. 2.
Саратов, 1994. С. 303.
10 Estevez L. Op. cit. P. 247.
11 ГАРФ. Ф. А‐307. Оп. 1. Д. 26. Л. 34.
12 Martínez V. C. Op. cit. P. 41.
13 Де лос Льянос Мас В. Указ. соч. С. 47.
14 Martnez V. C. Op. cit. P. 40.
15 Де лос Льянос Мас В. Указ. соч. С. 48.
16 Estevez L. La vida es lucha. Madrid, 1993. P. 268.
17 Martnez V. C. La Espanola rusa. M., 2011. P. 42.
18 Филаретова В. Л. Испанские детские дома в период
Великой Отечественной войны в Саратовской об- ласти // Навеки в памяти народной… : материалы межрегион. науч.‐практ. конф., посвящ. 65‐летию Победы / отв. ред. В. Н. Данилов. Саратов, 2010. С. 98.
19 ГАРФ. Ф. А–307. Оп. 1. Д. 26. Л. 34.
20 Martnez V. C. Op. cit. P. 44.
21 Estevez L. Op. cit. P. 269.
22 Де лос Льянос Мас В. Указ.соч. С. 48.
23 Estevez L. Op. cit.
24 Филаретова В.Л. Испанские детские дома… С. 99. Martnez V. C. Op. cit.
25 Estevez L. Op. cit. P. 271–272.
26 Ibid.

27 Ibid. P. 269.
28 ГАРФ. Ф. А‐307. Оп. 2. Д. 20. Л. 2.
29 Аврус А. И. Испанские детские дома в Саратовской области… С. 108.
30 Martnez V. C. Op.cit. P. 44.
31 Ibid. P. 56.

32 Де лос Льянос Мас В.Указ. соч. С. 49.
33 ГАРФ. А‐307. Оп. 1. Д. 26. Л. 1.
34 Estevez L. Op. cit. P. 270.
35 Martnez V. C. Op. cit. P. 45.
36 ГАРФ. Ф. А‐307. Оп. 2. Д. 20. Л. 9.
37 Martnez V. C. Op. cit.
38 ГАРФ. Ф. А‐307. Оп. 1. Д. 3. Л. 35–37.

39 Де лос Льянос Мас В. Указ. соч. С. 51.
40 ГАРФ. Ф. А‐307. Оп. 1. Д. 3. Л. 35–37.
41 Martnez V. C. Op. cit.
42 Estevez L. Op. cit. P. 271.

43 ГАРФ. Ф. А‐307. Оп. 1. Д. 26. Л. 15.

44 Там же. Оп. 2. Д. 20. Л. 10.

Memoria de Kukkus

MEMORIA DE KUKKUS

Gonzalo Barrena

Hasta que Nikolay Andréyevich Panshin, el diligente director de la Casa “Pravda” de Moscú, comunicó la orden de evacuación y las detalladas instrucciones para la preparación del viaje, los niños españoles solamente conocían el Volga por los libros. Poco después tendrían la ocasión y obligación de hacerlo en persona, las hermanas mayores de nuevo al cuidado de los pequeños, y de nuevo en barco hacia destinos desconocidos. Comenzaba para la gran “Casa Pravda” la segunda evacuación a causa de la guerra, esta vez camino de la retaguardia rusa. Aguardaban casi dos semanas de navegación entre Moscú y Saratov, unos 400 kilómetros al norte de Stalingrado. Los niños de la Casa Pravda desembarcarían poco antes de Saratov, en Kukkus, un poblado desocupado el día antes por sus moradores, “los alemanes del Volga”, invitados allí como colonos por Catalina La Grande a mediados del siglo XVIII, y recién desterrados a Siberia por orden de Stalin, que temía su alineamiento con los nazis.

A Stalin se le deben muchísimos sufrimientos, muertes y deportaciones, y algunas iniciativas públicas, como la del Canal de Moscú, destinado a conectar la capital rusa con el curso del Volga. El canal fue construido entre 1932 y 1937 con la ayuda desinteresada de decenas de miles de prisioneros políticos, militares y de otras procedencias, que el dictador apartó de sus ocupaciones naturales para emplearlos en el trabajo forzado, como fue el caso de los más de cien mil presos que participaron en la construcción del canal. Por ese curso recto de 128 kilómetros de longitud y equipado con bellas estaciones fluviales, salieron los pequeños españoles hacia el Volga, primero, y hacia Saratov después, cruzando un buen ramillete de ciudades esenciales en la geografía y la historia rusas. El contingente de la Casa 1 se apeó en Kukkus, sesenta kilómetros después de Saratov, la capital de la región.

La partida de esta segunda evacuación fue minuciosamente preparada por Nikolay Panshin, el director, quien equipó a cada niño con una pequeña mochila en la que se disponían artículos de higiene y primera necesidad. Y así fue como embarcaron los casi cuatrocientos niños de Pravda, junto a colectivos procedentes de otras casas, en el Mijael Kalinin, un barco de pasaje para la navegación fluvial botado en 1912.

Honorina tenía entonces 15 años, y dos hermanos de 10 y 12 a su cargo. Apenas pudo disfrutar de las dos semanas que duró aquel “crucero” por el Volga, un viaje de placer que comercializan hoy las agencias de viaje por unos dos mil euros. Los niños mayores, adultos tempranos y prematuramente convertidos en padres de los más pequeños, realizaron aquella parte de la travesía sin tiempo para el paisaje. Tuvieron que templar el frío de las noches acomodados en cubierta, atender a los mareos y vómitos recurrentes de quienes no se adaptaban a la navegación y extremar la vigilancia durante las paradas, pues empujados por el hambre o la aventura, había quienes se adentraban en campos y huertas en busca de algo. Las raciones individuales previstas por Panshin habían sido consumidas durante los primeros días de viaje, y el menú de a bordo comenzaba a dar muestras de agotamiento entre un pasaje abarrotado.

El Volga de nuestros refugiados es el de siempre. Nace en unas pequeñas colinas entre Leningrado y Moscú y va engrosando caudal hacia el este. En torno a la ciudad de Kazán vira su rumbo al sur camino de Saratov y Stalingrado, para acabar desembocando en Astrakán al borde del Caspio. En quince días, los niños españoles recorrieron la mitad de su curso, sumando su periplo particular a la prolija épica del río, iniciada por varegos y comerciantes de tiempos remotos, y universalizada en el Ey, ukhnem (Eh, tirad), la voz con que se acompasaba la sirga de las barcazas en el tiempo de los zares. En la Rusia Soviética, gracias a los canales y represas, el Volga continuó siendo la vía de navegación que ponía en contacto aguas de siete mares, regando a su paso infinitas tierras de cereal; y en su curso medio, región de Saratov, a sus pueblos en alemán, replicados con nombres de las ciudades originarias.

Cuando arribaron a Kukkus, un koljós disperso y amplio, los niños se desperdigaron por sus calles, celebrando una libertad insospechada en el disciplinado tiempo de Moscú. Además, el pueblo aparecía vacío, con el eco de sus habitantes recién evacuados (la orden era de 28 de agosto) flotando en las calles polvorientas, mientras los animales mugían desde los cercados clamando por alimento y ordeño, dejados atrás por sus cuidadores camino del destierro.

Como la necesidad obliga y aquellos niños ya acumulaban cierta experiencia en situaciones de dificultad, se acometió la lógica tarea del ordeño, hora nueva en la agenda de los pequeños campesinos sobrevenidos. Quienes traían consigo artes y conocimiento ganadero lideraron la actividad y enseñaron la técnica, y quienes procedían de entornos urbanos, como siempre ocurre, manifestaron su ingenuidad: una chica de Gijón intentó sin éxito ordeñar un toro.

Las imágenes del Kukkus actual apenas permiten imaginar la aldea en plenas facultades agrícolas -pero vacía- que se encontraron los pequeños “colonos” españoles. Hoy, entre la crisis económica y el abandono global de los espacios rurales, el pueblo de Privolzhskoye (antiguo Kukkus) publica tímidas ofertas turísticas en Internet, pero su trazado, los campos circundantes y el Volga siguen siendo los mismos, siguen siendo aquellos espacios francos en que los niños españoles camparon en libertad, ocupando -efímeramente- casas recién dejadas por sus inquilinos, con reservas y alimentos providenciales para los primeros meses de estancia, aunque aquella repentina abundancia tuviera una fecha -y próxima- de caducidad.

En el prolijo artículo de Anna Fernández, reproducido en este mismo sitio, se detalla la percepción y curso de la estancia prolongada de la Casa 1 en Kukkus, pero conviene sumar mientras sea posible todos los recuerdos que aún emergen del olvido, como los episodios que Honorina y Ramón pusieron en conocimiento de Miguel Bas Fernández, trasladados aquí

Las ratas

Repentinamente, los depósitos de alimento en un pueblo medio deshabitado atrajeron una población desmedida de ratas. A Nikolay Panshin se le ocurrió premiar con dulces a los niños mayores que se encargasen de combatir a los roedores. En aquellos momentos aún había reservas de alimento y no acuciaba el hambre, pero las golosinas eran una verdadera excepción, con el chocolate reservado para las misiones militares o especiales. Panshin contaba con algunas onzas que fragmentaba en pequeños trozos, y con ellos recompensaba el mayor o menor número de ratas abatidas por los jóvenes exterminadores.

La avidez que generaba el chocolate en las estepas de Saratov, en medio de aquella penuria, estimuló las capturas, con algunos daños colaterales y la consabida especulación. Hubo intentos ciertamente expeditivos de sacar con queroseno a los roedores -a puro fuego- de su madriguera, pero una rata en llamas se escabulló entre la brigada y corrió despavorida hacia los establos. Allí entró en contacto con el heno y todo el granero ardió con ella.

El exterminio se reorganizó y Panshin exigió los cuerpos de los roedores como prueba de la eficacia. A cada lote de capturas, un pequeño trozo de chocolate. Lo que condujo a la especulación: un joven espabilado localizó el destino de los roedores entregados, que el director tiraba a un vertedero. Recuperándolos de allí, los acicalaba con un poco de grasa para que parecieran recién capturados y se presentaba de nuevo ante el director con el lote “reciclado” a por una nueva onza de chocolate. La necesidad y el ingenio gustan de acompañarse.

Los bolsos llenos de trigo

Otra de las anécdotas recordadas entre los niños de Pravda es la que guarda relación con bolsillos llenos de trigo.

Las autoridades de la aldea habían clausurado las despensas de grano para evitar el derroche en el consumo del alimento. Pero como los depósitos estaban un poco elevados del suelo para protegerlos de la humedad, por ese espacio se colaban los pequeños “salteadores”, hacían un agujero en la madera de los contenedores y por su propia presión obtenían un chorro de grano. Para optimizar el transporte, descosían el interior de los bolsillos y la parte inferior del gabán asumía un buen alijo de cereal.

El consumo de aquellas colectas por “impuesto de hambre” no era individual. De hecho, llegó a almacenarse en forma de puré, o de otros derivados, en calderos y recipientes que permanecían escondidos en alguna habitación. Los más necesitados acudían al grupo benefactor que decomisaba grano, patatas y demás a favor del hambriento, y se abastecía de las reservas.

Y así discurría la vida en Kukkus, más incierta y escasa a medida que las tropas alemanas incrementaban su presión sobre Stalingrado, pero sin llegar nunca a forzar a aquellos niños, reconvertidos en campesinos semilibres, a una nueva evacuación, como ocurrió con otras Casas.

Sí dejó Kukkus al cabo de un tiempo un grupo de jovencitos destinados a Saratov para continuar estudios superiores o profesionales. Algunos lo hacían en contra de su voluntad, pero Panshin reconoció posteriormente, en un encuentro con sus ex-alumnos, que quienes resultaron “expedidos” a estudiar a Saratov, lo habían sido por imperiosa necesidad: la Casa de Kukkus no tenía recursos suficientes para alimentarlos a todos.

El director se reunió en más de una ocasión con sus “niños” ya mayores al cabo de los años. De aquellos encuentros llegan hoy hasta nosotros estos valiosos testimonios que se reproducen aquí para su conocimiento y contraste. El objetivo es el mismo de otras ocasiones: recomponer, pieza a pieza, nuestra fragmentada historia.

Las pipas.

Todos los niños españoles de Rusia vinieron de allá con el gusto por las semechki (семечки). Nosotros, los hijos de los niños, aprendimos a llamarlas así antes de usar el “pipas” del castellano. Supongo que los inmensos campos de Rusia dejaron estampados en la memoria de los nuestros el nombre y la afición por las “semillitas”, y los alrededores de Kukkus estaban repletos de girasoles.

Los recursos disponibles en las tierras del koljós, unidos a la habilidad española para el aprovisionamiento, habían suplido algunas de las estrecheces alimenticias a lo largo de la estancia. Algo así como la materialización del lema: la tierra producía de acuerdo con sus capacidades y los españolitos recolectaban de acuerdo con sus necesidades.

A cierta edad, y después de que el pueblo ruso zanjara en Stalingrado el desmán nazi, cierta libertad de movimiento se extendió por la comarca. Ramón Fernández, apenas un jovencito, decidió ir por cuenta propia a Saratov a visitar a su hermana Honorina, que estudiaba allí. Y como en tiempos de precariedad también se puede ser generoso, realizó una cosecha repentina de pipas. La valija de tela y verde caqui parecía rellena con las prendas propias de un viajero, pero en realidad iba atestada de pipas de girasol. Imaginad la cara de Honorina y sus amigas cuando vieron llegar al jovencito inesperado con la valija repleta de semechki

Nada detenía a los chavales aquellos, educados en la eficacia soviética pero con reflejos ibéricos. Si había baile, como fue el caso de aquella noche, y los zapatos venían cargados de barro y viaje, los de las compañeras de su madre, de mayor edad e idéntica talla, sirvieron para no perderse la fiesta. A pequeños males, pequeños remedios.

Fin de carrera

Continuando con la suerte, la salud y el ingenio, Ramón pudo completar en su tiempo los estudios de ingeniería. Fue en Riazán, a doscientos kilómetros de Moscú. Y es en Moscú donde se cierra este pequeño relato de Kukkus, con Ramón -ya Ingeniero de Mecánica Agrícola- al término de su formación en la capital de la URSS, presentando su trabajo de fin de carrera en la VDNJ (recinto ferial de logros y productos de ingeniería) donde inesperadamente apareció Nikolay Panshin.
Panshin se sentó atrás, en una de las últimas filas, y permaneció atento a la exposición de su exalumno, Ramón Fernández, el espigador de girasoles.

Al término de la presentación, Ramón se ofreció a responder las preguntas de los asistentes, que discurrieron con naturalidad.

– ¿Alguna pregunta más?

Ante el silencio general, Ramón añadió:

En la sala hay alguien para quien las tareas siempre son susceptibles de mejora, y resulta extraño que no tenga ninguna observación al respecto. Señor Nikolay Andréyevich, ¿no tiene usted ninguna pregunta que hacer?…

A Nikolay Andréyevich Panshin siempre lo recordaron sus alumnos por su exigencia y su dedicación.

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