
El prendedor
Gonzalo Barrena Diez *
La lectura del texto de Malina (малина, en ruso, “frambuesa”) y especialmente el segundo de sus relatos, me ha animado a compartir aquí un recuerdo y varias sensaciones.
Además, el objetivo de esta sección, como el de la Asociación “Niños de Rusia” es precisamente ése: poner la experiencia personal, junto con todos esos recuerdos que flotan en el entorno familiar, al servicio de la patria común que supone la memoria de los nuestros.
EL PRENDEDOR
Esa parte del armario en la que las madres guardan pequeños objetos de valor es lo más parecido que existe en las casas a la maleta del mago. Pero los objetos que se guardan allí tienen poderes de verdad. Me pasó a mi con el prendedor de ámbar que guardaba mi madre en el primer cajón de la cómoda -qué nombre- junto con algunas otras cosas de Rusia, que entonces era la U.R.S.S. Todo lo que venía de allá era denso. Contenido, pero denso. Como el olor que salía al abrir el mueble.
Un frasco diminuto de Krásnaya Moskvá era el responsable de la atmósfera dulce -ella se llamaba así- que irradiaba el cajón al traerlo hacia mi. Y todas Las Rusias salían de allí envueltas en el perfume, que reaparecía en los pañuelos, el pelo, las blusas o la sobria chaqueta con el prendedor de ámbar.
La presencia del ámbar es tenue, pero ni los tonos ni la textura podrán ser alcanzados jamás por un material de síntesis. No hay magia que iguale la autenticidad. En las hojas del prendedor coincidían de modo natural el ámbar y el otoño, con sus colores rotos, apagados. Y con el tacto inconfundible de su resina, como en las películas de Tarkovsky cuando el viento estremece los abedules, arrancaban una y otra vez los cuentos rusos de mi madre.
*Gonzalo Barrena Diez nació en Tbilisi, en 1956. Repatriado junto con sus padres en mayo de 1957.
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