Interdom, Casa internacional

Ivanovo, en la antigua Unión Soviética, estaba a nueve horas en tren al noreste de la capital, en el borde de un bosque (…) Era un lugar extraordinario y al mismo tiempo desconocido para el resto del mundo, porque era absolutamente secreto: decenas de niñas y niños que sobrevivieron a guerras, persecuciones, masacres y encarcelamientos en el África poscolonial, en la América Latina devastada por dictaduras y golpes de estado, en la Grecia de los coroneles, en la agitación de Medio Oriente, en el sudeste asiático. Niños frágiles, desconcertados y asustados, algunos de los cuales habían presenciado escenas de violencia sin precedentes y habían sido llevados allí después de viajes y audaces escapadas a través de océanos y continentes (…)

En ese lugar remoto y helado, había un método de enseñanza absolutamente vanguardista. El principio fundador de Interdom era evitar que los niños olvidaran sus orígenes, por lo tanto, 16 maestros de habla nativa diferentes se habían incorporado, refugiados a su vez de países con regímenes autoritarios (…)

La idea inicial había sido de una mujer. Una rica heredera suiza, hija de un magnate de los relojes, pero también una ferviente revolucionaria: Mentona Moser, que en 1928 se había ido, sola, de Zúrich a la Unión Soviética para crear una casa que albergara a los hijos de políticos, revolucionarios y antifascistas en todo el mundo. El primer hogar internacional para niños nació en Vaskino, un pueblo no lejos de Moscú. Luego, la intensificación de los conflictos y tensiones nacionales e internacionales (incluida la explosión del nazifascismo en Europa) condujo a la llegada de más y más niños, y en 1933 el MOPR, la famosa organización internacional del Socorro Rojo, decidió abrir una instalación más grande en la ciudad de Ivanovo.

Nació Interdom.
Entre los primeros niños en llegar se encontraban los alemanes, cuyos padres antinazis habían sido las primeras víctimas de la locura de Hitler, asesinados en 1933 en el campo de concentración de Dachau.

Además de ellos, hijos de personajes como Mao Tse Tung, Josip Tito, de la apasionada española Dolores Ibarruri, de la feminista griega Ilektra Apostolu, del presidente de la República Popular de China, Liu Shaoqi, pasaron por allí.

Incluso niños de nacionalidad italiana estudiaron en esos pupitres: los hijos de Luigi Longo, secretario general del PCI desde 1964 a 1972, la hija de Vittorio Vidali, político y antifascista italiano, e incluso Aldo Togliatti, hijo del líder histórico del PCI, Palmiro Togliatti (…) los hijos del futuro padre de Mozambique, Eduardo Mondlane, de Amilcar Cabral, líder de la independencia de Guinea Bissau, del presidente yemení Abd al Fattah Ismail, de los opositores a la dictadura chilena de Pinochet, de Centroamérica y muchos, muchos otros (…) con cada guerra, represión o revolución en todo el mundo, docenas de nuevos camaradas llegaban a Interdom en oleadas. A pesar de los traumas sufridos, el lugar los devolvía una vida normal. El vínculo que se creaba entre los muchachos de ese lugar era tan fuerte, tan profundo, que solo ellos podían entenderse realmente.

Solo aquellos que lo han experimentado pueden saber cómo se sintieron cuando tras sonar el teléfono llegaba la comunicación de que, en alguna remota región del mundo, a sus padres les habían disparado, ahorcado o que simplemente estaban “desaparecidos”.