Geografía e Historia de los Niños de la Guerra

 

Refugiado político

Soliva Vidal, Ramón

  • La Torre de Cabdella – Lleida, 1912 – Barcelona, 1973
  • Llegada a Orán desde el aeródromo de Monovar
  • Estancia en Orán en  Fort de Mers-el-Kebir
  • Comandante jefe de la 45 División. Militante PSU
  • Academia Frunze. Especialista en Cuba
  • Repatriación en 1971

El Brujo

Ramón Soliva Vidal, La Torre de Cabdella  (1912) . Estuvo casado con Roser Gasa Sicart, de la cual, no tenemos información. En la web: “Informe Fracto”, bajo el título: “Héores anónimos de la otra España”, Gabriel García, escribe:

La de Ramón Soliva Vidal es una de esas historias que erizan la piel. Muchos de los acontecimientos que rodean su biografía pueden parecer propios del cine de acción, y sin embargo tenemos el privilegio de que su legado recaiga sobre nuestra memoria. Su trayectoria se abre camino, fusil contra fusil, desde los empedrados caminos de la sierra del Montsent, hasta las exuberantes colinas del Escambray, de los caudales del Ebro a las gélidas aguas del río Moscova. Obrero, soldado, comandante, exiliado, desterrado, habiendo pasado de héroe a marginado, sería convocado para participar en una última misión. Una misión como agente secreto de la que penderá en buena medida el equilibrio del mundo.

Nacido en el seno de una familia muy humilde, en el prepirenaico pueblo de Torre de Capdella, electricista de profesión y obrero de la FECSA, desde muy joven compagina la acción sindical clandestina con labores de organización política, dedicadas a consolidar el PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña) en la zona del Segur. Tiene 24 años cuando estalla la sublevación franquista y decide enrolarse en las MAOC (Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas), la fuerza militar creada espontáneamente en los inicios de la contienda por el pueblo para repeler la intentona golpista. Entra por primera vez en combate en el Frente de Aragón, en la Sierra de Alcubierre, donde junto a sus compañeros es capaz de detener numerosas incursiones del bando sublevado.

Su desempeño en las sucesivas escaramuzas le llevará a ascender meteóricamente numerosos grados en la escala militar, pasando desde soldado raso a Mayor Jefe de la 45 división, en el ya profesionalizado Ejército Popular de la República. Muchas veces ascendiendo inmediatamente tras la caída en combate de su superior al mando. Al frente de esta división–a la que sus enemigos bautizarían como “la bruja” por su gran operatividad nocturna–participaría en todas las grandes batallas que le quedaban a la contienda: Brunete, Teruel y Ebro. En estos dos últimos escenarios desempeñaría un papel determinante jugando el rol de “último hombre en pie”. Sus tropas serían las responsables de defender el repliegue definitivo de las fuerzas republicanas ante el avance enemigo, quedando en numerosas ocasiones cercados y en inferioridad. Por sus méritos en combate sería galardonado con la Medalla de la Libertad. Volverá a tener que jugar ese papel tras la caída de Cataluña en 1938. Sus hombres serán los encargados de contener la ofensiva fascista para garantizar la evacuación a Francia de miles de personas, civiles, militares, líderes políticos y sindicales e incluso del propio gobierno de la República. Salvaguardada la retirada a Francia, y sin tiempo que perder, tan sólo un día después, embarca junto a sus mejores hombres rumbo al Levante con el propósito de reforzar la última línea de defensa de la segunda República: Madrid. La ciudad que había resistido el cerco de las tropas fascistas durante casi tres años. Sin embargo, la situación política es convulsa, entre el 5 y el 12 de marzo de 1939 un complot, encabezado por el Teniente Coronel Casado, realiza un golpe de mano en el que son apresados todos los líderes decididos a continuar la resistencia, y la ciudad es entregada a Franco. Con las defensas de la ciudad colapsando, Ramón consigue escapar junto a un buen número de compañeros en el último momento, justo cuando las fuerzas franquistas les pisan los talones. A punta de pistola, encañonando al piloto que pretendía desertar, escapa en el último avión que despega rumbo a Orán (Argelia). Su combate por España terminaba allí, su destino como el de tantos luchadores por la libertad era incierto, ninguno se podía imaginar que la guerra para ellos sólo acababa de comenzar.

Nada más aterrizó en Orán y fue apresado por las fuerzas coloniales francesas, e ingresado en un campo de concentración para refugiados políticos provenientes de la guerra de España. El trato de las autoridades francesas con los exiliados españoles sería de todo menos digno. Los presos pertenecientes al Partido Comunista y al Ejército Popular de la República van a ser tratados como moneda de cambio en la batalla diplomática en ciernes entre las potencias occidentales, la Unión Soviética, y el Eje. Ramón, irreductible, junto con otro grupo de oficiales republicanos comienza a tramar un plan de fuga. No obstante, justo cuando estaban a punto de ejecutar su plan, interviene el Comisariado del Pueblo de Asuntos Exteriores de la URSS, el cual en un gesto de solidaridad internacional otorga la ciudadanía soviética a los reclusos. Ramón Soliva junto con otro importante grupo de exiliados son trasladados a la Unión Soviética donde son recibidos como héroes del mundo libre, con desfiles, discursos y conciertos. Después de una breve estancia en un centro sanitario, rehabilitándose de los estragos de la guerra y el presidio, se incorpora a la célebre academia Frunze para oficiales, donde acabaría graduándose con honores, siendo el mejor expediente de su promoción. Por desgracia la muerte, el sufrimiento, el dolor y las dificultades de la guerra no tardarían en volver a su vida.

En 1941 la Alemania Nazi declara la guerra a la Unión Soviética. En un primer momento las autoridades soviéticas no desean la incorporación de los héroes españoles al ejército rojo. Consideran que los exiliados españoles, que residen en el país en calidad de refugiados, han saldado con creces su compromiso con la causa antifascista, y que el futuro les reserva importantes esfuerzos en la liberación de su propio país. Sin embargo, el avance del frente hasta el corazón de Rusia fuerza la movilización total. Ramón combate entonces en la defensa de Moscú, ejerciendo labores de enlace entre el Estado Mayor y las líneas del frente situadas a las afueras de la capital. Repelida la ofensiva nazi, cambiadas las tornas de la guerra, es evacuado junto con el resto de españoles hacia el oriente, en concreto a la ciudad Taskent en la actual Uzbekistan.

Las capacidades como hombre de acción y líder militar “del Brujo” no pasan inadvertidas para el alto mando soviético. A principios de 1944 se abre el segundo frente, la guerra está decidida, y el gobierno soviético- que se sabe triunfante-prepara la fase posterior al conflicto. En ese momento es reclutado para tareas de inteligencia y desplazado rápidamente al Occidente donde previo contacto con los partisanos de Tito, se incorpora a la resistencia francesa. Regresaría a la URSS en 1949, momento en que el escenario internacional ha cambiado sustancialmente y los planes de invasión contra Franco han sido desestimados por los Aliados. Momento en que además aflora un gran conflicto al interior del PCE y el PSUC del que sale mal parado. Es apartado de los puestos de responsabilidad y cae en el ostracismo. Ramón entonces se retira a un pueblito cerca de Moscú donde a sus 37 años y tras dos guerras a sus espaldas vuelve a dedicarse a labores de electricista como ingeniero técnico. Esta sería su situación hasta 1959, cuando de nuevo los servicios de inteligencia y el ministerio de exteriores llamarían a su puerta con una última proposición: la posibilidad de embarcarse en una nueva misión, esta vez a las órdenes de un hasta entonces prácticamente desconocido Fidel Castro.

En las navidades del año 1959 Fidel Castro, por intermediación de algunos líderes del PSP, realiza los primeros contactos confidenciales con la Unión Soviética, en las que el PCE juega un papel importantísimo como interlocutor. De esos primeros contactos resulta la solicitud formal de la incorporación de los primeros técnicos y especialistas en materia militar y económica hacia la incipiente revolución cubana. En un momento en que ni al gobierno cubano ni a la URSS les conviene establecer una relación directa abiertamente. Por eso, además de por razones idiomáticas y culturales, ambas direcciones revolucionarias acuerdan que sean los “hispanosoviéticos” (como serían rebautizados los españoles refugiados en la Unión Soviética) quienes fuesen los elegidos para cumplir aquella tarea. Dolores Ibárruri ipso facto convoca a dos de los más distinguidos héroes de la resistencia: al célebre Francisco Ciutat y a nuestro Ramón Soliva. Entre marzo y abril de 1960, evadiendo el estricto control de los servicios de inteligencia británicas y estadounidenses, que ya entonces monitorizaban los movimientos de la URSS en lo que hasta entonces había sido su “patio trasero” llegan al país directamente para entrevistarse con la alta dirección de la revolución. Después de una conversación con Fidel, que según testimonios se prolongó durante más de doce horas, Ramón rebautizado como “Roberto Roca,” se incorpora al ejército oriental a las órdenes de Raúl, con quien desarrollaría una profunda amistad.

A partir de ese momento “Roca” se descartaría como asesor especialista, desempeñando un papel crucial en la profesionalización del nuevo ejército cubano, que debía armar unas auténticas Fuerzas Armadas de entre los restos del triunfante Ejército Rebelde. Los pormenores de su actividad en la Mayor de las Antillas quedarían para siempre reservados, mantenidos en la confidencialidad de su prudente y humilde silencio. Ramón se llevaría a la tumba los detalles de su participación en el intento de invasión mercenaria en Playa Girón, o en la lucha contra bandidos en el Escambray. Moriría en 1973 de regreso a su Cataluña natal tan sólo dos años más tarde, habiendo ofrecido su vida entera a la gesta de la solidaridad internacional.

En su libro: “Miseria y Grandeza del Partido Comunista de España, 1939-1985” ,  Gregorio Morán nos da alguna pincelada más de Soliva:

Desde que Santiago llega a Francia, en octubre de 1944, hasta la fecha que relatamos, 1947, Santiago llevará personalmente todas y cada una  de las cuestiones referentes al PSUC. Para ello encontrará un hombre de su confianza: Ramón Soliva. Soliva venía de la URSS y nadie en la plana mayor del PCE desconocía su adscripción a la mítica NKVD o servicio de espionaje soviético.112 Llegó a Francia en 1945 y desde entonces, hasta 1947, servirá fielmente las orientaciones del PCE en general y de Carrillo en particular. Será defenestrado en un oscuro asunto de malversación de fondos mezclado con irreprimibles pasiones femeninas. Volverá a la URSS y reaparecerá años más tarde en Cuba, como consejero militar del número dos del régimen, Raúl Castro, hermano de Fidel y único hombre de clara procedencia comunista entre los primeros insurgentes de Sierra Maestra.

Más adelante, refiriédose a los últimos años de la década de los 60, Gregorio Morán añade:

Hoy, el pilar, el centro de las fuerzas de la revolución mundial o es la Unión Soviética o no hay pilar, no hay centro, no hay unidad, ésa es la realidad. Y esa realidad en el caso de Cuba ha tenido entre otros introductores a un hombre singular. Ramón Soliva, el dirigente del PSU de Cataluña, reenviado a la URSS, de quien todos saben que trabaja en los servicios del Estado soviético, desde que en 1940 se incorporara a la NKVD. Ramón Soliva es el puente triangular entre el PC cubano, el PC de la URSS y el PC español, y acompañará a Carrillo en su viaje a la isla. Una estancia un poco forzada, porque como reconoce el secretario general, Fidel y los cubanos no están interesados en una reunión oficial y deben aceptar la invitación como visita de vacaciones.

 

Bibliografía

.Soliva con la camiseta del CF Pobla.
Fort de Mers-el-Kebir

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