Querido maestro Ángel Gutiérrez:
Ángel Gutiérrez, 1998.
Ángel Gutiérrez, 2019.
Querido maestro Ángel Gutiérrez:
nos has honrado a todos permitiéndonos acompañarte en los últimos meses de tu vida. Muchos hemos podido estar durante este tiempo en el hospital contigo y otros muchos no han podido llegar físicamente pero han llegado con el alma. Has recibido llamadas y llamadas todos los días desde Rusia. Te llamaban también desde Italia, Estados Unidos, Australia… Has sostenido de forma constante un enorme esfuerzo físico, mental, emocional, psicológico y espiritual. No en vano eres un superviviente nato.
Estos días en el hospital han sido un regalo de amor. En cada encuentro contigo, telefónico o presencial, has sido tú quien nos ha hecho la merced y gracia de colmarnos de fuerza e inspiración. Querías hacer teatro, enseñar, encontrarte con los jóvenes y con los alumnos de teatro, hablarles del arte y de la vida, hacer posible la transmisión del fuego una vez más. Querías vivir, querías ir con la familia a Asturias en verano, querías volar, querías ayudarnos a todos, querías infundirnos fuerza y esperanza, querías seguir escribiendo tus diarios, querías tenernos cerca, querías llevar al teatro ideas nuevas para una renovación el teatro…
Una mañana despertaste al amanecer pidiendo el teléfono de Juan y María diciendo que hay que ayudarlos, que son muy buenos, que están luchando, que tenías que ayudarlos con el teatro y con todo. A Olesia y a Alexei les ayudabas leyendo y ensayando El oso y otros materiales. Un día te sacaron a dar una vuelta en la silla de ruedas alrededor del hospital por los caminos de rosas entre los árboles cubriendo tu cabeza con una sábana para que no te entrara ningún aire. Parecías E.T. haciendo soñar a todos los niños del mundo
A todos nos has estado apoyando y guiando estos días como maestro de vida, marcando puntos cardinales, reviviendo historias y anécdotas que forman parte de tiempos inolvidables siempre vivos, maravillosos de las clases y del teatro de Cámara-Chéjov, cantando coplas, recitando poemas, volviendo sobre matices y claves de escenas y autores, preguntándonos por qué guarda silencio La más fuerte de Strindberg, si el mundo es hoy El jardín de los cerezos
Tú que dominas las reglas y los principios del teatro, nos enseñas también durante tu estancia en el hospital cómo arder en la hoguera del arte
Siempre decías que el teatro de verdad es el que se hace con el alma. Decías que un actor de verdad no sabe actuar. Decías que a un actor le tendría que dar vergüenza que le dijeran: “¡Qué buen actor eres! ¡Qué voz tan bonita! ¡Qué guapo!”. Decías que a un actor de verdad no se le puede encasillar en ningún lugar, que el teatro debe huir del exhibicionismo, de las modas, de lo panfletario, de lo burdo, de los lugares comunes. Como reflejabas en el programa de mano de El Pabellón número 6, el teatro existe porque conecta con las corrientes subterráneas de la conciencia en el mundo.
Como decía Mijaíl Chéjov, actuar es transformarse. Y no hay sostén, no hay red de seguridad. Así nos enseñaste en tus clases y en tus montajes. A tirarnos del avión sin paracaídas. Nos enseñaste que actuar sin alma es tan sólo una mentira. Ser actor consiste en preparase cada día para decir la verdad. El teatro, decías, es arte de autoperfeccionamiento constante. De cada cual depende ofrecer su mejor versión cada día. Explicabas que esa tarea es la que está en nuestras manos. Decías que tu teatro quería plantear al público la pregunta crucial de cómo vivir, cómo no malgastar la vida, cómo no perder el tiempo. No podemos perder ni un segundo, no podemos dejar morir un solo momento de la vida. Hay que pelear por cada instante de la vida. Decías que hay que ser rompehielos en el polo, rompiendo la frialdad, la anestesia, la mentira y otras muchas capas que el teatro de verdad rompe para zafarnos de ellas y aprender a ser libres como la gaviota emblema de tu Teatro de Cámara-Chéjov. Actuar es volar.
Durante décadas has marcado para toda la vida a generaciones y generaciones de públicos y alumnos. Hemos crecido gracias a ti con los tesoros de literatura, el teatro y la cultura rusa: Chéjov, Stanislavski, Meyerhold, Gorki, Dostoievski, Tolstoi, Gógol, Tsvetáieva, Shostakovich Ajmátova, Pushkin, Bulgákov, Pasternak, Voloshan, Goncharova, Tarkowski, Vajtángov, Stravinski, Nemiróvich-Dánchenko, María O. Knébel, Turguéniev, los Ballets Rusos de Diaguilev, Ajmátova, Gubaidúlina…
Tesoros y tesoros de la cultura rusa que amabas fervientemente, del país que te acogió como niño de la guerra, que tanto te amó y tanto te dio, donde tuviste -siguiendo tus palabras- los mejores maestros del mundo, los discípulos directos de Stanislavski, el GITIS, tu amistad y tu trabajo con Tarkovski, tus películas, tus montajes, el Teatro Gitano Romen, el Teatro Dramático Chéjov de Taganrog, el Teatro Dramático Stanislavski…
En Rusia soñabas con España y leías en español la obra de Lope de Vega, Calderón de la Barca, Cervantes, Lorca, Machado… Cuando volviste a España te fascinaba la inocencia de la gente en la Plaza Mayor en Navidad comprando figuritas de pastores y Reyes Magos para el Portal de Belén.
Contigo aprendimos a amar más y más los tesoros del teatro, la literatura y la cultura de España con la que soñabas en Rusia: hablabas constantemente de Picaso, de la pincelada de Velázquez, de Zurbarán, Goya, Pau Casals, Ortega y Gasset, Jorge Manrique, la Generación del 27, el Romancero, Falla, Quevedo…Nos preguntabas: ¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente? Decías que España es un país de genios, lleno de talento.
Y llegabas con tesoros de la literatura universal, tesoros de todos los rincones del mundo, entrando con todos porcomienzos de comienzos que no tienen fin… Whitman, Jack London, Herman Hesse, Rilke, Pirandello, Eurípides, Tagore, Steinbeck, Víctor Hugo, George Sand, Nietsche, Cortázar, Grotowsky, Flaubert, Schiller, Juan Rulfo, Balzac, Mamet, Borges, César Vallejo, Kurosawa Shopenhauer, Sarah Bernhardt, la Duse, Elia Kazan, Kafka, Stendhal, Dante, María Callas, Karajan, Petrarca, Bach, Goethe, Pessoa, Cortázar, Antonioni, Neruda…
En los últimos años sufrías terriblemente con la guerra, sentías que son hermanos enfrentados por un conflicto evitable que ojalá, a día de hoy, lo antes posible, pueda ser salvado. Sufrías terriblemente con la violencia abierta y encubierta sobre Cataluña, con la ley de amnistía, con el sinfín de atropellos. Don Quijote entró en Barcelona. Cataluña es España. España no es izquierdas o derechas, decías. España es España. El teatro no busca enrocar o polarizar, sino escuchar, abrir la percepción y la conciencia, comprender, hermanar, luchar por un mundo justo y hermoso, inspirar. Preparábamos un canto con Vientos del pueblo de Miguel Hernández y me dijiste en el hospital que me pusiera con ¿Quién habló de echar un yugo sobre el cuello de esta raza? Te volvías loco con la pregunta ¿Quién? para dirigirla al público, para despertar. Y me regalaste la imagen más rebosante de vida pronunciando y apretando: “esta raza es tu padre”. Mi padre todo temperamento de comerse el mundo, pasión radiante por la vida y por la tierra, brío, elegancia, alegría, finura, grandeza, valentía, libertad, entrega, arte, poesía, luz… En ese canto, preparábamos el monólogo de España de la Numancia de Cervantes, Escribo desde un naufragio de Valente, textos y textos de amor a España de María Zambrano, Clara Campoamor, Lorca, Unamuno y otros muchos de caudal inagotable. Sufrías terriblemente por la exposición de niños y jóvenes a las pantallas móviles, televisiones y redes sociales. Sufrías terriblemente por la falta de Belleza. Sufrías terriblemente por la falta de una educación artística en la vida y en el teatro que asumiera lo que la desaparición de tu Escuela dejó a la deriva.
El cierre de la Escuela y del Teatro de Cámara-Chéjov fue terrible. Espacio mágico de artes mágicas, de raras proporciones en la disposición de los espacios, los bronces y las maderas, las salitas, las chimeneas, el piano, los jarrones y las flores, los retratos de los grandes maestros del teatro en ese templo del arte, los espejos, los carteles que imaginaste para tus espectáculos, la ventana del escenario que daba al patio donde salíamos a leer en verano en un círculo de sillas cerca del cobertizo que guardaba ese vestuario que diseñaste de ensueño, rodeados de plantas y rosas, el cielo abierto que podíamos tocar con las manos.
La puerta estrecha de la calle San Cosme y San Damián número 3 era una fortaleza inexpugnable a la que se podía entrar con rendición total por los caminos del arte. No era fácil estar contigo. Había que espabilar todo el tiempo. Decías que el teatro es la profesión más difícil del mundo. Hay que desarrollar una imaginación portentosa, unir el lenguaje de disciplinas muy diversas, ponerse al servicio del superobjetivo de la obra y mover el mundo. Entregar la vida al teatro es tener vocación y tener vocación significa no venderse, que donde quiera que uno esté, no hay manera de no seguir viviendo el teatro y la Belleza. Decías que el actor tiene el arte de concentrar el universo en un punto. Dirigías nuestra mirada al cosmos, nos enseñabas a respirar y a encontrar la voz con el piano. Paradoja del actor es que es su propio instrumento y, al mismo tiempo, el instrumentista. Por eso, decías, es tan importante la figura del maestro. Nos llevabas por tu repertorio sin fin de músicas e iluminación de atmósferas de creación, por los caminos del estudio y la sabiduría, expandiendo y abriendo nuestras alas, apurando las extremadas facetas del diamante, refinando el oro para poder tocar lo más cercano, personal, humano. Decías que los grandes sufrimientos, las tremendas adversidades y las dificultades terribles nos hacen fuertes, nos permiten elevarnos sobre nosotros mismos y crear, decías que ahí se forjan los actores de fondo. Decías que el actor debe tener una disciplina constante, un entrenamiento permanente, una exigencia sin tregua, una forma física excelente, una voz natural capaz de la inmensidad de los registros del alma, una preparación lo más completa posible en música, danza, pintura, literatura, estética, filosofía, historia, humanidades… El actor estudia el comportamiento humano y sigue atentamente lo que pasa en el mundo para ponerse al servicio del mundo con su arte de contener y prender el fuego del amor que todo lo devora.
El actor es un pensador, decías. Lo comparabas con Hamlet, quiere poner orden en el mundo. En el comienzo de curso, recomendabas empezar a escribir un diario de artista. Traías las cartas de Darío Fo en las que explicaba que lo más difícil del mundo es ser uno mismo, tener personalidad. Y esa es tarea de artista. Y también decías que lo que enamora a un ser humano de otro es precisamente su personalidad. Tu teatro quería escuchar y reconocer y potenciar aquello en lo que cada cual es único, aquello en lo que cada cual es distinto, aquello en lo que cada cual es una piedra rara.
Sobre todo, tener fe. Nos lo explicabas con joyas de la sabiduría popular rusa. La vida no es un valle verde. Decías que la vida es lucha, que vivir es luchar y que eso es la acción dramática. La vida está llena de obstáculos, ocultos y aparentes. Un día un hombre salvó la vida a otro hombre cuando estuvo a punto morir ahogado en un río. Ese día, se ganó un enemigo para toda la vida. Así leías situaciones inexplicables del género humano, el odio y la rabia y la pulsión de matar de quien guarda su vida por la entrega y el riesgo y el sacrificio y el amor sin límites de otro ser humano. Estremecedora aquella idea tuya en la que querías mostrar que “los diablos” ganan la batalla y dominan al ser humano entrando lo primero por el corazón. Entran por el corazón, decías de forma siniestra. Con buenas palabras y buenos gestos y declaradas buenas intenciones, con palmaditas en el hombro y caricias, dando pan con mermelada. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Qué buenos somos! –dicen los diablos- y el ser humano les da su corazón y su vida. El remate era cómo imitabas a los diablos, tu humor insaciable los desarmaba por completo dejando al espectador tronchado de risa y conmocionado.
Dadme cuatro tablas, dos actores y una pasión. Decías una y otra vez con Lope de Vega que es todo lo que se necesita para hacer teatro. El actor está deseando salir al escenario una y otra vez, está lleno de pasión. Y con Whitman decías una y otra vez No hay comercio o empleo en los que el joven/ que los desempeña no pueda transformarse en un héroe/ y no hay objeto tan blando que no pueda ser el eje de las ruedas del universo. Tu Escuela y tu Teatro abrían el mundo.
Para siempre llevamos en el corazón las formidables clases de Circo con Vassili, los números imposibles de acrobacia y las coreografías de movimiento escénico que montaba con todos nosotros-si le pedías, por ejemplo, unos renos para La reina de las nieves, Vassili hacía esos renos con su cuerpo de la forma más preciosa y delicada que hubiéramos podido imaginar- ; las clases de Danza con Ludmila, sublime comienzo a las 8 de la mañana siguiendo los movimientos de sus manos y su braceo con el Ave María de Schubert, maravillosas las coreografías que montaba para los espectáculos, para la RESAD y para la escuela haciéndonos bailar tarantelas, pavanas, gallardas, jotas, valses, polkas, el Bolero de Ravel y tantas piezas con las que nos introducía a la Danza Contemporánea; tus clases de Interpretación que paraban el mundo, la felicidad de los ensayos y las muestras de fin de curso…
Para entrar en la RESAD y en tu escuela -así lo estableciste como Catedrático de Interpretación-, es necesario preparar una prueba de admisión en la que hay que contar una fábula, cantar una canción, recitar un poema y un texto en prosa. Siempre preguntabas a los alumnos por canciones de su tierra, por su familia, por su pueblo, por sus mayores… y siempre nos emocionábamos con el pueblo de todos que era para cada cual el pueblo de su infancia. Siempre hablabas de tu infancia como pastor, la época más feliz de tu vida, extasiándote con las águilas del cielo que extendían lentamente sus alas inmensas proyectando sombras gigantescas sobre el prado y las montañas por las que llevabas a pastar a las ovejas.
En clase, se montaban canciones que siempre recordaremos Fumando espero al hombre que yo quiero, Ay pena, penita, pena, Moriré en Buenos Aires, Como yo te amo, Mantoncito de Manila, Mi jaca, Con dinero o sin dinero, En tierra extraña, Nostalgia… Nos decías que lo que querías ver y sentir es que lo que vale son tus brazos cuando de noche me abrazan.
Nos enseñabas a buscar y a presentar la esencia de las cosas…”¿Cuál es la esencia de una vela?” -nos preguntabas-. Y montábamos posibles respuestas una y otra vez hasta que finalmente nos decías: “La esencia de una vela es la entrega, se quema a sí misma para dar luz, para alumbrar”. Tus clases de Interpetación absolutamente geniales en las que nos llevabas siempre al proceso de buscar y dar con la verdad del personaje, la verdad de la acción, la verdad de la obra, la escucha, la atención, la compenetración con el partenaire, la música, la mise en scène, el movimiento escénico, el gesto psicológico, el tempo-ritmo, la voz, el silencio activo, el sentido de la verdad, la relajación, el gozo y la pasión del arte teatral…
En las clases decías “esto no es una tertulia”, “el teatro no es andar opinando, explicando…”, “el teatro…” y no decías lo que era, no acababas la frase, pero todos sentíamos, sabíamos…porque tú lo abrías para nosotros. En clase jugábamos y jugábamos con el sí mágico de Stanislavski, entrábamos en el estado de inocencia del niño-Dios que así nombró tu amado Juan Ramón Jiménez. En clase montabas escenas, obras, autores de todos los tiempos, recorriendo todas las categorías de la estética, abordando la traición, el crimen, la injusticia, el horror, la poesía, la manipulación, el amor, el patetismo, la fe.
Todos vivíamos lo que pasaba en la escena que trabajaban los compañeros, todos buscábamos y seguíamos con atención total que nos regalabas gracias a tu oído absoluto, a tu arte de maestro. Nos enviabas al Museo del Prado para estudiar composiciones y montar los tableaux de las escenas. Íbamos contigo al teatro cuando llegaban Fomenko y su compañía, las danzas de los Cosacos o el Ballet Bolshoi. Si además había encuentro con los artistas, era un privilegio y una delicia y un disfrute inmenso estar contigo en esos momentos.
Llegabas a los encuentros con los jóvenes rindiéndonos siempre con nuevas historias, con más secretos…En el IES Santamarca, por ejemplo, con los Segundos de Bachillerato de Artes Escénicas, Humanidades y Ciencias Sociales, decías así: “la primera tarea para ser artista y para ser persona es tener el valor de conocerse a uno mismo. Para conocerse, hay que pasar dificultades, tomar decisiones, arriesgarse, soportar, luchar. Sin perder el ángel que llevamos dentro. Que no se pierda el amor. Dios nos crea y nosotros creamos. Dios nos dio esa vocación, esa necesidad. Necesidad no es lo mismo que ganas. No hay que olvidar que un artista es un trabajador nato. Picasso, por ejemplo, lo era. El artista rompe todas las normas. El ser humano es capaz de crear con una palabra, con una sonrisa. La vida es un instante, es muy breve. Por eso vivir el instante presente es ser feliz. Un día vivido queda eternamente con nosotros. El artista piensa en ese instante que es la vida y ese instante tiene que estar lleno de amor, lleno de algo nuevo que hoy va a crear…En España hay mucho talento, pero no hay una atmósfera adecuada para que se desarrolle. Hay un caudal de Belleza humana que, por no tener una atmósfera donde desarrollarse, puede quedarse en la cuneta. La mayor guerra hay que librarla cada día con nosotros mismos: la pereza, el desánimo, volver a empezar una y otra vez… No hay que olvidar que vivimos en las garras del diablo: la envidia, el cansancio, la codicia, la mezquindad… El artista tiene que descubrir la esencia de las cosas, la esencia del compañero que tiene a su lado, la esencia de la obra de arte, de una obra de teatro, de aquello que impulsó al autor a escribirla. Cada obra es un cosmos que hay que descubrir. El artista tiene que saber que él es su propio juez supremo. Cada director ve la esencia de forma diferente. Lo más importante que debe hacer un artista es cultivar su alma. La imaginación se puede desarrollar. Hay que ver, escuchar, sentir, descubrir la terra incognita para ayudar a Dios a hacer un mundo justo”.
Has explicado hasta el hartazgo que Stanislavski no es psicologicista, que su sistema es el Sistema de las acciones físicas, un sistema psicofísico emocional formulado y cifrado en acciones físicas. Decías que la escena no se interpreta, sino que se juega, que el artista crea una totalidad, que la imaginación da los sentimientos, que no es buscar en las emociones sino en la imaginación, que las cosas se hacen de un único trazo casi transparente, que la contención es el buen gusto y que hay que contagiarlo, que el actor sólo insinúa y el público lo continúa, que hay que leer con los ojos, con el alma, no con la voz…
Decías que nuestra segunda naturaleza es el engaño, la no vida de Karber, y que no hay que fingir que vivimos. Que el actor-poeta es naturaleza, impulsos, atmósfera, una fuente de energía…Que el teatro sirve para encontrarnos con nuestro corazón, con el niño interior, para sanarnos y elevarnos, para amar. Imaginabas, por ejemplo, que un día del público alguien saliera de la función queriendo ser Don Quijote, como lo era tu teatro: Sancho amigo, has de saber que yo nací, por querer del cielo, en esta nuestra edad de hierro, para resucitar en ella la de oro, o la dorada, como suele llamarse. De tu teatro el público salía sintiéndose hermanado, con el impulso de vivir y enamorarse y hacer locuras por el mundo.
El libro del teatro de Cámara está lleno de mensajes de Gracias para toda la vida de tu público maravilloso al que abriste el mundo con espectáculos extraordinarios: Entremeses, Don Quijote, La voz del poeta, El maestro de danzar, Los escándalos de un pueblo, El sueño de una noche de verano, El Pelícano, Las picardías de Scapin, Los balcones de Madrid, Crimen y castigo, Tío Vania, La gaviota, El jardín de los cerezos y tantos otros de los que escribieron críticas de apasionada sangre teatral Luis Carandell, Juan Antonio Vizcaíno, Luis Bodelón…
Estos últimos meses han sido de una tremenda e íntima convivencia contigo para quienes te queremos y admiramos, maestro. Amor y pasión. A tu habitación han llegado flores, músicas, libros, poemas, manjares, postres, frutas, bombones, la imagen de Jesús de Medinaceli, los iconos de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el brazalete del Cristo de los toreros, una vela del Santo Sepulcro de Jerusalén… Contigo hemos estado alumnos y amigos, actores, danzantes, directores, escritores, músicos, profesores de teatro, danza y música, y siempre tu amada familia para la que pedías constantemente cuidado, apoyo y acompañamiento.
Hemos ido llegando a tu habitación en el hospital con todo lo bueno que tenemos Germán, Uge, Olesia y sus hijos, Nuria, Andrei, Helena, Josete, Anastasia, Juan, María, Alexander, Manuel, Luis, Beatriz, Chema, Agustín, Xenia, Anya, David, Ramón, Lupe, Lola, Tatiana y su padre, Vassili, Olga, Jesús, Jose, Almudena, María José, Castora, Gonzalo, Ana, Clara, Manu, Patricia, Eva, Ana con su radiante canto e Iván al esperanzador piano, Javier, Luisa, Carlos, Boris, el hermano Antonio, Laura, Cristina, Guadalupe, Jesús, Marta, Juan Carlos, Manuel, Eduardo, Chusa, Daniel a la viola con piezas grandiosas de Bach y de Marain Marais… Y todos los días decías que qué suerte tenías de estar rodeado de gente tan buena, decías que durante años y años has tenido a la gente más buena del mundo contigo.
Boris quiso llevarte un libro enorme de retratos de Rembrandt pues creía firmemente en el poder del arte, que con sólo ver esas imágenes el espíritu se arremete. Pude llevarte a la sin par Tatiana, la fisioterapeuta domiciliaria que encontré hace un año para mi padre, para que pudiera ir a ayudarte al hospital y, como no podía ser de otra manera, y siendo nieta de niños de la guerra en Rusia, la conexión y el tratamiento que te brindó de forma desinteresada esta maga fueron cruciales para tu mejoría. En los momentos más duros cada cual ha movilizado recursos imposibles y, una vez más, nos has dado una lección de fuerza, resistencia y superación, la maestría de Sé que soy inmortal / Sé que esta órbita mía no puede ser eliminada por el compás del carpintero / Sé que no moriré como muere el fulgor del tizón agitado por el niño en la noche.
Podemos verte en la película El espejo de Tarkovski, en la grabación del encuentro con público en el Círculo de Bellas de Artes, en los documentales El último maestro ruso, Obertura de un Milagro y A la mar fui por naranjas. Podemos ver tu montaje de Tío Vania para Estudio 1. Tenemos tus diarios, tus entrevistas, tus escritos, tu Diccionario de términos stanislavskianos, tus películas, tus espectáculos, tu escuela, tu entrega en cada encuentro. Para muchos, eres el maestro. Decías que un actor vive enamorado y actúa enamorado de su oficio y que si a ese actor se le muere alguien a quien ama, sale puntualmente al escenario y actúa aún más enamorado de su oficio, de la vida y del mundo.
A lo largo de este último año, a causa del fallecimiento de mi padre adorado, me has dicho varias veces que cuando muere alguien a quien amas con todo tu ser, no hay que llorar, que ni lloros ni lágrimas, que ese alguien está trabajando en la habitación de al lado. Tras nueve meses llorando en cada respiración y enamorado el oficio, voy comprendiendo. Que estoy trabajando en la habitación de al lado, ¿comprendes?. Que sin alegría no hay energía y sin energía no hay creación. Ese es Ángel. Lo tenemos trabajando en la habitación de al lado, dándonos el tono, el gesto, las imágenes, descubriéndonos el sentido, arremetiendo, apretando, revelando palabras, ritmos, fuerzas, músicas, acentos, alturas… haciéndonos sentir que no hay techo, contagiándonos a cada instante del Fénix el fuego para vivir ardiendo de arte, alegría, amor.
Madrid, 29 de junio de 2024.
Raquel Vírseda Antoranz.
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Ángel Gutiérrez falleció en Madrid el sábado 22 de junio de 2024.