Plaza Roja, Moscú. Imagen: Christophe Meneboeuf.

Plaza Roja, Moscú. Imagen: Christophe Meneboeuf.

Sugerencias para el día después del Día del Libro

Abr 24, 2021

Viajar en la lectura

малина *

Las nuevas opciones de la lectura.

Cada individuo vive la vida a su manera y las nuevas tecnologías dan pie a vivirla con una cantidad de posibilidades que, a quienes tenemos ya cierta edad, no se nos ocurren. Sin embargo, algunas veces la edad permite enfoques que a lo mejor a un joven no se le pasan por la imaginación.

Me encontré con un amigo a quien hacía muchos años que no veía. Médico de profesión ya retirado. Me contó que lo que más le gustaba en esta época de su retiro era poder viajar y conocer sitios exóticos, diferentes. Generalmente, lo hacia una vez al año.

Desde que se menciona la palabra viajes, surge el tema del dinero y la capacidad física para realizarlos. Si tu ilusión es conocer el Everest y nunca has sido escalador, no puedes permitirte a los 60 ó 70 el antojo de subir al monte más alto, es obvio. Para mi sorpresa, me dijo que él había resuelto ese problema. ¡Dame el secreto por favor! – le dije. Me llevó a su despacho donde tenía la computadora con una pantalla algo más grande de lo normal, y me dio la siguiente explicación:

«Hace ya varios años que leo solamente aquellos libros que son muy descriptivos y detallan el entorno en que ocurre la trama, no importa en que época ni en qué lugar del mundo. Sobre todo, prefiero aquellos que detallan las calles por las que el protagonista camina, destacando las tiendas y rincones del recorrido. Y si va en coche, que describa los espacios por donde conduce, si son campos abiertos, cruces de carreteras, pueblos o ciudades. Es importante el año en que transcurre la acción, y si además describe lo que come o lo que huele, sea vegetación o comida, mejor todavía.

Una vez elegida la lectura me siento a la computadora y me posiciono geográficamente en el lugar de la acción con Google Earth. Si no hubiera datos, buscaría un plano de la ciudad. Según voy leyendo, voy viendo en la pantalla el lugar. Un buen narrador te va explicando, por ejemplo, si sube una ladera, lo que ve en frente, a la derecha, a izquierda… o lo que va quedando atrás. Yo me muevo en la pantalla tal cual lo hace el protagonista. Si resulta que llega a un hospital, por decir un sitio, busco el lugar (si aún existe) y lo observo como es; y hasta quien trabajó ahí o qué famoso ha estado hospitalizado en él como paciente. Naturalmente, cuando el protagonista entra en un museo o visita un monumento arquitectónico, ahí me doy gusto.

Si la acción transcurre en una época pasada y los lugares no existen como tales, me pongo a buscar estampas de aquellos tiempos; siempre encuentro una postal antigua, un dibujo o un cuadro. Si me describen un bosque o un parque con sus olores y sus plantas específicas, las busco una a una hasta saber cómo son y qué apariencia tienen. No digamos la comida. Termino visitando algún restaurante o simple tasca donde estuvo el protagonista o buscando el sitio donde aún hacen ese plato que describe el autor. Por eso me gustó tanto el primer libro de tu padre: describe tan bien el Toledo de su época que pude hacer el recorrido de la ciudad que él vivió casi al pie de la letra

A ver si me armo de paciencia y vivo la experiencia que me ha contado mi amigo. No sé si seré capaz, porque el ansia de saber qué va a pasar en el relato no me permitiría aplazar el conocimiento de la acción para pararme a admirar un árbol o una calle con sus edificios de lado y lado. Lo único similar que he hecho es localizar las cámaras web de las ciudades en las que he vivido; encontrando algunas que enfocan hacia donde yo vivía, me hago la ilusión de que visito el lugar. Tengo la gran suerte de que hay una que enfoca mi casa en Moscú. De todos modos, tendré presente la idea a ver si me aficiono, sobre todo pensando en esos lugares que ya no alcanzan ni mis piernas ni mi cuenta bancaria.

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En anteriores publicaciones, малина ha sugerido lecturas que contribuyen a esta experiencia nueva de lectura:
Un caballero en Moscú.
– Tres libros sobre Moscu, referidos en el artículo Si vas a Moscú, papá…
La aguja dorada.
El banquete de Babette (libro del que, con su título, hay una excelente película).

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